El 3 de noviembre concluyó la contienda electoral en Estados Unidos. Los resultados preliminares le dieron 306 votos electorales a Joe Biden y 232 a Donald Trump. A partir de esos resultados la mayor parte de los gobiernos alrededor del mundo enviaron felicitaciones al ganador. El presidente de México se esperó 38 días para enviar una felicitación por escrito – sin mediar una llamada telefónica – en la que destacó que México actuará frente al nuevo gobierno con base en sus principios de política exterior de autodeterminación y defensa de la soberanía.
El 14 de diciembre – como todo el mundo lo esperada – el colegio electoral de Estados Unidos, responsable del conteo de los votos, ratificó el resultado preliminar. El mismo día la embajadora de México – que no el gobierno de México – en un evento académico, anunció que dejaría el servicio exterior – y por ende la embajada - para irse a escribir sus memorias. Mencionó también que ella le había insistido al presidente López Obrador en adelantar la felicitación y se despidió hablando elogiosamente de Biden.
El evento más importante de política internacional de México en 2020 fue la gestión para que el gobierno de Estados Unidos le entregara al general Cienfuegos detenido por cargos vinculados con el narcotráfico, en el entendido de que en México continuaría su proceso (algo que ciertamente no ocurrió). El fiscal general de Estados Unidos destacó en su momento que esto se hacía como un gesto de cooperación hacia México, sin condicionamientos.
Días después apareció en el Congreso mexicano una iniciativa para regular las actividades de los agentes extranjeros en México – ciertamente con la DEA en mente – y de su obligación de enterar al gobierno de México de todo lo que hacen y de toda la información que recaban. Mientras transcurría en la cámara de senadores el proceso de aprobación de esta iniciativa, el fiscal federal William Carr hizo un claro señalamiento que ciertamente constituía un reclamo. ¿Les devolvimos a Cienfuegos como un gesto de buena voluntad y así nos agradecen? El funcionario a cargo de la Reserva Federal se pronunció en el mismo sentido. Se interpretó como un golpe artero a la cooperación mostrada por el gobierno de ese país hacía México.
Todo esto sucedió durante el reinado de Donald Trump. Todavía a principios de diciembre el presidente López Obrador agradeció al presidente Trump su apoyo para la compra de las vacunas para el COVID-19 y, a pregunta expresa sobre sus contactos con el equipo del presidente electo Joe Biden, respondió que el único contacto que tenía era con el actual gobierno, que el otro todavía no estaba en funciones.
Estos hechos reflejan el total desinterés del actual presidente de México por tender puentes con el presidente que gobernará Estados Unidos los próximos cuatro años, los mismos que le quedan a él en el poder. Ponen también en evidencia la total ignorancia del presidente López Obrador y de sus parlamentarios sobre cómo funcionan las relaciones de cooperación en los temas de seguridad. Su nueva ley sin duda tendrá graves consecuencias en la relación con Estados Unidos.
Dos días después del anuncio de la embajadora, el presidente dio a conocer el nombramiento del próximo embajador de México en Estados Unidos; el actual secretario de Educación Pública, que en plena pandemia seguramente le vendrán mejor los aires del Potomac.
Podría tardar varios meses en llegar el beneplácito para el nuevo embajador. Para el gobierno de Biden la relación con el gobierno de México no será prioridad. México escogió la indiferencia y seguramente será correspondido. Desafortunadamente no somos iguales y en las relaciones asimétricas el más débil lleva siempre las de perder. Como si la crisis sanitaria, económica y de seguridad pública fueran poca cosa, ahora tendremos que vivir con la indiferencia del vecino del que por cierto depende el 90% de nuestro comercio exterior y en donde viven más de 20 millones de mexicanos. Felicidades señor López Obrador, un logro más de la 4T.