La psicopatía del poder es una deformación en la que alguien involucrado en la búsqueda del poder institucional lo convierte en el poder de la persona y no del Estado. Para logarlo a gran escala es necesario tener ambición desmedida, carisma, habilidades de comunicador y una buena dosis de populismo. Cuando esto se logra se traduce en una alta concentración de las decisiones en la persona que sustenta el poder; no hay segundos que brillen o que sean figura pública

Esta psicopatía implica una desconexión con un amplio espectro de la realidad, que se acrecienta conforme se logra acumular más poder. Ha sido el caso de aquellos cuya psicopatía ha hecho historia dentro y/o fuera de sus Estados como Polpot (Camboya), Stalin (USSR) Leopoldo II (Congo) o Vladimir Putin en la actualidad, lo que ha sido origen de grandes tragedias para la humanidad.

Usualmente los psicópatas del poder, una vez que se encumbran, tienden a la concentración de las decisiones del poder del Estado y solo se rodean de seguidores leales que no tienen opinión propia. Casi todos estos casos concluyen con un final trágico y su régimen desaparece por completo, como les sucedió a Hitler y a Mussolini. En otros, ellos desaparecen pero logran que su régimen se prolongue después de haber concentrado todo el poder del Estado en el Ejecutivo y de designar a su sucesor. Es el caso de la Cuba de los Castro o de la Venezuela de Chávez y Maduro.

Para el psicópata del poder solo existe aquella parte de la realidad que coincide con sus propios planes y visión. En días recientes, en su último año de gobierno, el día de la celebración de la Constitución de 1917, López Obrador anunció un nuevo paquete de reformas constitucionales todas a más de insulsas, con el fin de perpetuar su proyecto. La mayor parte de estas propuestas ya fueron presentadas y no lograron pasar en el Congreso o fueron declaradas inconstitucionales por la Suprema Corte de Justicia. Lo más sorprendente de la ceremonia fue que no estuvieron convocados los otros poderes, representantes de organismos autónomos ni la sociedad civil, únicamente él y su séquito, lo que hace pensar que este evento, más que ser un anuncio de reformas, fue un episodio electoral para apoyar a su candidata.

Los regímenes construidos a partir de la psicopatía de su líder suelen tener uno de tres derroteros. El primero es la muerte trágica, de su líder y del régimen, debido a las consecuencias de sus actos que provocaron reacciones internas y/o internacionales de mayore proporciones (Hitler, Mubarak, Polpot o Somoza). El segundo es la continuidad del régimen no obstante la desaparición del líder inicial, como son los casos actuales de Cuba y Venezuela. En estos países el líder inicial, durante su mandato, logró subordinar – incluso con reformas constitucionales - todo los poderes y aparatos del Estado al jefe del ejecutivo. En estos escenarios tanto los militares como lo aparatos de inteligencia suelen jugar un importante papel como soportes de la psicopatía del líder a cambio de privilegios y prebendas.

La tercera es cuando, como en el caso mexicano, el líder no logra institucionalizar la subordinación de todos las instancias del Estado al jefe del ejecutivo por lo que, aunque su sucesión se pueda ver asegurada, su régimen pende de alfileres.

Actualmente existen muchos paralelismos entre la situación de México y de Estados Unidos, países en donde el descrédito de los políticos y los partidos tradiciones permitieron la llegada al poder de dos lideres populistas, de ideologías aparentemente opuestas (de izquierda López Obrador y de derecha Donald Trump), pero con psicopatías de poder tan similares, que se convirtieron en amigos y cómplices. Tanto así que cuando Trump pierde la elección contra Biden, López Obrador se espera hasta el último momento para reconocerlo, con la esperanza de que Trump pueda todavía quedarse en el poder. La psicopatía del poder y la democracia son incompatibles.

A México le esperan tiempos difíciles pues no obstante la sucesora del líder de Morena pueda salir triunfante en la elección de Estado (esto es, cuando el gobernante en turno utiliza los recursos del Estado para asegurar los resultados de una elección), enfrentará una situación complicadísima. Las arcas del Estado están vacías, por malas decisiones de gobierno y por el desvío de recursos a los procesos electorales; los aparatos del Estado desmantelados y con mínima capacidad de respuesta; la relación con Estados Unidos en su peor momento y existe una oposición furibunda que hará todo por no dejarla gobernar.

La sucesora designada de López Obrador no cuenta con el carisma ni con la popularidad de su mentor. Difícil imaginarla tres horas todas las mañanas en Palacio Nacional haciendo arengas. López Obrador ha dicho en forma reiterada que al término de su periodo él se irá a La Chingada. Sin embargo, el líder de Morena es impredecible; cambia de opinión como de calcetines, en función de cómo sopla el viento cada mañana. ¿Cuál será su papel con un nuevo gobierno en el poder? Imposible anticiparlo, ni él lo sabe en este momento. Lo que si podemos anticipar es que si ve en riego su proyecto no se quedará con los brazos cruzados. De nuevo un escenario político inédito para México.

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