A cuatro meses de la aparición del COVID-19 el panorama para México es ciertamente sombrío. El control de la pandemia sanitaria ha sido errático y la reactivación económica arrancó mientras la curva de contagios y decesos sigue en su punto más alto. Pero más allá de los muertos evitables con un mejor manejo de la crisis sanitaria, la incomprensión del gobierno federal de la pandemia económica nos coloca en una de las peores posiciones en el orden mundial.
Cuatro apuntes para para ilustrar esta afirmación. La reactivación económica depende las exportaciones. La economía mexicana se sostuvo en 2019 gracias a las exportaciones hacia EUA, particularmente manufactureras. En México la producción de vehículos ligeros en abril cayó a -98% y sus exportaciones a -42%. El mercado se desplomó. En abril 2020 la actividad industrial en EUA cayó a -18% y nadie espera una recuperación al ritmo de la potencia asiática. La SHCP estima una caída de la actividad económica en México de al menos -18% en el mes de abril. En contraste, en el bimestre enero -febrero 2020 la actividad industrial en China cayó a -13.5%; en abril se recuperó hasta llegar al + 3.9% y su crecimiento económico al final del año seguramente promediará positivo. La recuperación en esta parte del mundo será mucho más lenta.
La cooperación internacional se encuentra en uno de sus puntos más bajos.
Desde la creación de las Sociedad de Naciones (1919) los riesgos o amenazas con alcances mundiales generaban respuestas de la comunidad internacional organizada. Desde conflictos armados hasta crisis energéticas, había instancias y voluntad para buscar y consensuar soluciones. El multilateralismo propositivo le hacia un gran bien a la humanidad. La crisis del COVID-19 encontró en el cuarto del multilateralismo un árido desierto y en Estados Unidos, otrora líder y constructor de instituciones internacionales, su más ferviente saboteador. Sirva la OMS como ejemplo.
El actual gobierno federal mexicano no tiene el menor interés en lo que sucede en el mundo.
El gobierno de México – cuya fortaleza descansa en una sola persona - no asiste a reuniones internacionales ni conoce a los jefes de Estado; no tiene aliados ni proyectos en común, ni con países ni con organismos internacionales. Seguramente no está enterado de que Dubái, emirato de nómadas en los sesentas, brincó a la modernidad turbo gracias al petróleo que utilizó para convertirse en unas de las capitales del comercio y las finanzas internacionales. Hoy en día depende en sólo 5% de su ingreso petrolero.
La parte más penosa de nuestra realidad internacional la conforma nuestra relación bilateral con Estados Unidos.
Frente al efluvio de insultos y maltratos a los mexicanos de su actual presidente, Donald Trump, el presidente de México lo llama su amigo, responde a todas sus demandas - convengan o no al interés de México - y, se vanagloria de la entrada en vigor de un acuerdo que menciona una y otra vez como la tabla de salvación de la economía mexicana post COVID-19.
Al presidente de México no le interesa saber, y mucho menos reconocer, que las condiciones de este acuerdo son menos favorables a México que el NAFTA, que el acuerdo por si mismo no constituye un detonador de la reactivación económica sin incentivos para la inversión y, la peor parte, que plantea las condicione perfectas para ejercer mayores presiones sobre México vía los capítulos laborales y de medio ambiente, temas de los demócratas a quienes López Obrador ha ignorado desde su matrimonio con Trump. Si las elecciones presidenciales en EUA fueran hoy, Joe Biden ganaría con una ventaja de 15 puntos sobre Donald Trump.
Si como van las cosas – ceteris paribus dirían los economistas – Trump será derrotado en las elecciones de noviembre y EUA tendrá un gobierno demócrata, relación que no cultivamos. Los demócratas, si están de humor, volverán la mirada a México para tratar los temas que les interesan. Cooperación bilateral y construcción de mecanismos para avanzar en temas de particular interés para México como frontera, migración y seguridad pública, dependerán de la buena voluntad de los demócratas. Las cartas de México para participar en el juego internacional son escasas. Las buenas relaciones no se improvisan de la noche a la mañana.
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