Por más de cinco décadas he tenido el privilegio de convivir e interactuar con mexicanos dedicados al estudio, la reflexión y a buscar hacer desde su trinchera un mejor país. Quienes hemos tenido la oportunidad de presentar algún libro en la Feria del Libro de Guadalajara (FIL), el evento editorial mas importante del país, seguramente nos encontramos con Armida González de la Vara, quien por más de dos décadas fue la coordinadora de las actividades académicas de dicha feria.
Armida, de reciente e infortunado deceso, era una mujer encantadora. Heredera de la inteligencia perspicaz y el gran sentido del humor de su padre, el historiador michoacano Luis González y González y de la sensibilidad y el compromiso de su madre, la escritora Armida de la Vara, fue promotora incansable del pensamiento y la cultura de los mexicanos. Ajena a cualquier afán protagónico, creía con fervor en que la educación y la cultura nos hacen mejores personas y mejores mexicanos.
Mi tristeza por la partida de Armida se mezcla ahora con el sentimiento que me generó la lectura del reciente articulo de Rolando Cordera, en torno el asedio de la Secretaría de la Función Pública sobre la revista mexicana Nexos, que desde su fundación en 1978, ha un referente obligado de la cultura y la reflexión sobre la realidad mexicana. No es un tema menor.
Al desdén a la cultura y el conocimiento por parte del actual gobierno federal, se suman ahora los juegos de artificio para obstaculizar el debate y la reflexión sobre los grandes temas nacionales, cuando sus resultados no coinciden con la visión del grupo en el poder. Profunda falta de respeto a los mexicanos que compartimos el oficio de pensar, leer y escribir.
Peor aún, el asedio se da desde una instancia del gobierno federal sin atribuciones para calificar o descalificar a una instancia privada. Su titular seguramente olvidó el nombre de la institución que encabeza: Secretaría de la Función Pública, no de la función privada; también olvida que su alcance se acota al ámbito federal. Una vez más, cuando se trata de defender los intereses del gobierno de la 4T, le legalidad y los derechos ciudadanos son pecata minuta. Lo público sobre lo privado, el gobierno sobre el ciudadano.
Algo mucho más grave: el golpe va directamente en contra de la libertad de expresión, componente esencial de la democracia. No es casual que en la misma semana, mediante un artilugio aún más sofisticado, ese mismo gobierno, a través de sus testaferros, buscó sacar de la circulación mediática a Loret de Mola, una de las voces más sonoras, pero críticas de la 4T.
La ilustración es lo opuesto al oscurantismo. La ilustración implica poner sobre la mesa ideas, hipótesis, propuesta y tendencias y revisarlas, pulirlas y mejorarlas. Un gobernante ilustrado se preocupa por acercarse al conocimiento y por acercar el conocimiento a la política publica. Se ocupa también de aprovechar las reflexiones y propuestas de quienes, sin estar en el poder, se dedican a pensar en los problemas públicos y en sus posibles soluciones. Bloquear a los centros de generación de pensamiento o a los informadores incómodos, es la antítesis del gobierno democrático. Corresponde más al perfil del gobernante autoritario.
Países como Venezuela y Bielorrusia, con las banderas de la revolución por le pueblo y la lucha contra la corrupción, respectivamente, han llevado a sus países al oscurantismo del siglo XXI en donde la libertad de expresión es una quimera y lo que llaman democracia, una burda farsa. ¿Estamos los mexicanos frente a un destino similar? ¿Cómo defendemos la democracia cuando la libertad de expresión, uno de sus componentes esenciales, se ve amenazada? ¿A quién le toca decidirlo? ¿Al gobierno o a los ciudadanos?
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