Los actos delictivos con violencia se mantienen como tema central en la agenda nacional. En 2019 se rompió nuevamente el récord de homicidios al llegar a 35,588 (SESNSP), lo que representa un incremento del 94% respecto del 2015, cuando esta cifra ascendió a 18,312.

En 2017 la editorial Siglo XXI publicó el estudio “Fenomenología de la violencia: una perspectiva desde México”. En ese texto un grupo interdisciplinario intentamos entender las raíces y dinámicas del fenómeno de la violencia en nuestro país.

Ciertamente encontramos una propensión a la violencia en el ser humano que no es fatalidad, pero que se desarrolla y estimula cuando las condiciones externas son propicias. Cuando hombres, mujeres e incluso niños, encuentran que la violencia los empodera, les representa ingresos y que las probabilidades de ser detenidos y procesados son bajas o nulas, se convierte en un atractivo modo de vida.

Mucho se ha dicho que la situación socioeconómica lleva en automático a la violencia y la delincuencia, pues los pobres no tienen otra salida. Nada más lejano a la realidad. El comportamiento violento no tiene que ver esencialmente con la situación socioeconómico. La violencia familiar es clara muestra de ello. Existe en todos los estratos de la sociedad.

También se dice que en los países en los que prevalecen altos niveles de seguridad es porque son más civilizados que nosotros. Hay algo de cierto en ello. Son sociedades en las que el respeto a la ley se ha impregnado en la cultura ciudadana. Pero no nos engañemos. El ciudadano sabe que detrás de la cultura de legalidad están las instituciones de seguridad y de procuración de justicia, prestas a hacer su trabajo. Son el principal factor de contención de la violencia y el delito. No es un tema de buenos y malos. La intolerancia social a la violencia y los bajos niveles de corrupción y de complicidad por parte de las autoridades, traen aparejados niveles más bajos de violencia y delincuencia. Y los ciudadanos se acostumbran a ello.

El actual gobierno de México no se cansa de decir que todos los males que aquejan al país, incluyendo la violencia y la inseguridad, son atribuibles a las acciones u omisiones de gobiernos anteriores, en particular del último gobierno. Nos dicen también que México ya es otro país, pues desde Juárez nuestro país no había tenido México un gobernante tan probo y justo como el actual.

De lunes a viernes se reúnen muy temprano a revisar el panorama de seguridad. Estas reuniones se replican en estados y municipios a lo largo de la república. Y lo cierto es que la violencia en el país sigue aumentando sin visos de mejorar.

Las reuniones de poco sirven cuando la estrategia está mal planteada. La del actual gobierno es un pegote de corporaciones sin claridad en mandos y objetivos. Peor aún, ahora los militares son los responsables de todo y sin embargo sus principales misiones están en perseguir migrantes, construir aeropuertos y sucursales bancarias. Las policías estatales y municipales hacen lo que pueden, con mínimo o nulo apoyo de la federación. Y los ciudadanos, cada día más sorprendidos y preocupados, estamos a la espera de qué día nos tocará la rifa del tigre.

Efectivamente la violencia en México se ha instalado como modo de vida y el actual gobierno federal está haciendo muy poco para que esto cambie. Resulta lamentable, por decir lo menos, que la prioridad del actual gobierno sea la rifa del avión presidencial; y su gran logro detener a funcionarios de regímenes anteriores, cuando en México se cometen 97 homicidios diarios, lo que equivale a 28 homicidios por cada cien mil habitantes, el nivel más alto registrado por nuestro país. Y llevamos catorce meses de gobierno. Y sin visos de mejorar.

lherrera@coppan.com

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