La migración es una constante en la historia, por razones de sobrevivencia, por mejorar condiciones de vida o por razones familiares. La libre movilidad internacional no forma parte del derecho internacional; si bien la mayor parte de los migrantes no encuentran restricciones para salir de su país, los gobiernos receptores deciden a quien reciben y las condiciones para hacerlo.
Para un país como México, de origen, tránsito y destino de flujos migratorios, la migración es un tema a obligado. Corresponde al gobierno federal poden las reglas de la gobernanza migratoria, esto es, los criterios y requisitos de quienes pueden entrar, así como los propósitos y las condiciones de su estadía.
México es un país con un fuerte componente emigratorio. Hoy en día viven en Estados Unidos al menos 12 millones de mexicanos, nacidos en México. Aproximadamente la mitad son indocumentados. El gobierno de México poco o nada puede decir sobre quienes salen y sobre como los tratan en el país receptor. Son decisiones que escapan a su jurisdicción.
México es también destino de emigración, temporal y permanente. Temporal, que se concentra en estados y municipios de la frontera sur y se vincula con el sector agrícola y de servicios. No son números significativos y su administración, aunque con muchas ineficiencias, cumple con su propósito. Inmigrantes permanentes, los pocos que por razones laborales o familiares, deciden establecerse en México. Su número no es significativo, entre otras cosas por lo complicado que resulta adquirir la residencia o la ciudadanía en nuestro país.
La parte más compleja de la migración que enfrenta México es la de tránsito. La mayor parte de los extranjeros que buscan ingresar a México lo hacen con la intención de utilizar a México como país de paso para llegar a Estados Unidos. En su mayoría no cuentan con la documentación necesaria, pues de otro modo no incurrirían en todos los gastos, riesgos e incomodidades que les significa cruzar México para alcanzar su destino.
Por razones de geografía, la mayor parte de los extranjeros que ingresan a México por la frontera sur son latinoamericanos o del Caribe. La mayoría indocumentados. Son nacionales de terceros países que se dirigen a otro país, distinto a México. En su mayoría no tiene intención ni interés en permanecer en México. Las condiciones económicas y sociales que ofrece México difícilmente pueden competir con lo que, con un poco de suerte, pueden encontrar en Estados Unidos.
Debido a que el destino final de la mayor parte de los migrantes es Estados Unidos, su suerte no depende del gobierno de México sino del que les que fija las condiciones de entrada.
Tradicionalmente los flujos de extranjeros de habla hispana se mezclaban con los mexicanos y el gobierno de México simplemente se hacía de la vista gorda pues la emigración ha sido siempre una válvula de escape y una nutrida fuente de ingresos vía las remesas.
En años recientes las cosas cambiaron. Por una serie de circunstancias ahora la política migratoria de México frente a la migración en tránsito es un corolario de la política estadounidense. Con el gobierno de la 4T México asumió formalmente la responsabilidad de contener la migración con
destino a Estados Unidos, de servir de tercer país para los extranjeros que devuelve Estados Unidos y de contener por la fuerza los flujos que ingresan por su frontera sur. Todo ello sin obtener nada a cambio y ciertamente en detrimento de los migrantes.
A pesar del endurecimiento de la políticas en Estados Unidos y del servilismo de México en el tema migratorio, los flujos no se detienen. Peor aun, en 2023, por primera vez en la historia, las detenciones de sudamericanos en México durante los siete primeros meses del año (140 mil) superaron las de los centroamericanos (102 mil).
El personal mexicano a cargo de la migración es claramente insuficiente. Las condiciones en las que viven y transitan los indocumentados en México son más inseguras y precarias que en el pasado y a pesar del énfasis que pone el presidente en el trato humanitario a los migrantes, estos son perseguidos por los militares y extorsionados por los agentes en cada punto de movilidad.
La penosa política migratoria mexicana se convierte así en uno de los grandes retos para la siguiente administración. Esperamos que en 2024, el nuevo gobierno cuente con la suficiente decencia y voluntad política para revisar, cambiar y revertir esta penosa política. Penosa para los migrantes y para los mexicanos.