Hablan los libros de historia de la legendaria sabiduría del Rey David y de su hijo, el Rey Salomón, en el gobierno de la comunidad judía en Palestina. Todo parece indicar que su sabiduría no trasminó a lo largo de historia. Barbara Tuchman, historiadora estadounidense, publicó en 1984 su libro “La marcha de los locos”, en el que nos platica de gobernantes que no obstante haber contado con información suficiente, tomaron decisiones que resultaron suicidas para ellos y para sus pueblos.

Netanyahu parece estar más cerca de la marcha de los locos que de la legendaria sabiduría de sus predecesores, pues lejos de tomar decisiones que aseguren la estabilidad y viabilidad del pueblo de Israel, lo coloca en un escenario en el que la guerra estará presente por tiempo indefinido, sin paz ni tranquilidad para su pueblo.

La contraofensiva israelí al ataque de Hamás en octubre del 2023 fue absolutamente desproporcional. Esta contraofensiva ha cobrado más de 40 mil vidas, la devastación material y de infraestructura de Gaza y la imposibilidad en el corto y mediano plazo, para los dos millones de habitantes que ahí residen, de una vida digna. Sin infraestructura, hospitales, escuelas y oficinas de gobierno, difícilmente podrán hacer algo más que sobrevivir durante las próximas dos décadas.

La decisión de terminar con Hamás al costo que sea dista de ser una buena decisión. Primero, porque resulta imposible distinguir a los integrantes de Hamás del resto de los palestinos, que en territorio de Israel, suman más de cuatro millones.

Segundo, porque los simpatizantes y los apoyos con los que cuentan los palestinos están desperdigados en al menos media docena de países. Aunque ningún grupo en lo individual cuenta con recursos para derrotar militarmente a Israel, tienen la capacidad de abrirle varios frentes y sostenerlos por tiempo indefinido. Hablamos de Hezbolah en el Líbano, de los huties en Yemen, de las milicias chiitas en Siria, Irak, Afganistán y Palestina y del apoyo de Irán a todos ellos.

Ni la guerra de 1948 ni ninguna de las subsecuentes logró apaciguar el conflicto y, aunque Israel resulto el vencedor en todas, nunca terminaron en negociaciones que dejaran medianamente satisfecha a la otra parte y, mientras esto no suceda, Israel vivirá amenazado y su población intranquila. La muerte de los lideres de Hezbolah y de Hamas en manos de las fuerzas israelíes debilita, pero no desaparece a sus organizaciones. El actual gobierno de Israel se aleja cada vez mas del único camino que podría mejorar sustantivamente la situación: la creación del Estado palestino.

Al día 2 de octubre el conflicto prolongado con Hamas, Hezbolah, las milicias de Iraq, Afganistán y Pakistán resulta inevitable. Lo que puede hacer la diferencia es la guerra abierta entre Israel e Irán, cuyas probabilidades aumentan cada día. Esto podría llevar a un conflicto regional sin precedente desde la creación del Estado de Israel y de incalculables consecuencias considerando que Israel y, probablemente Irán, pudieran contar con armas nucleares. El costo en cualquiera de los dos escenarios será muy alto para todos los involucrados.

Poner en pie de guerra a una población para un conflicto con altos costos materiales, sociales y anímicos, con resultados inciertos, es una apuesta de alto riesgo. Las consecuencias para Israel, Líbano y Siria y, ciertamente para Irán, en el segundo escenario, serán muy altas. Una muy mala noticia es que no se ve quien pueda detener el conflicto, actuar como medidor o mitigar los daños.

Israel surge en 1948 como resultado de una resolución de Naciones Unidos. El presidente de Israel declaró hace dos días persona non grata al Secretario General de esta organización. Estados Unidos, que en el pasado tuvo ascendencia sobre varios de los actores importantes en la región, hoy es el aliado militar de Israel y su principal soporte económico.

No hay contrapesos, pero si un enorme costo político para Israel que, además de Estados Unidos, no cuenta con ningún otro aliado en esta guerra. La comunidad judía internacional que también sufrirá consecuencias. En política internacional los errores se pagan caros, en particular cuando se involucra el uso de la fuerza como vía de solución de conflictos. Todo pinta para que este sea uno de esos casos y sus responsables, tarde o temprano, pagarán la consecuencias.

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