En la mayor parte de los conflictos internacionales después de la Segunda Guerra Mundial, los actores, territorios y motivaciones estaba claramente identificados. Era la época de la Guerra Fría. Las armas nucleares estaban controladas y las instituciones internacionales en pleno desarrollo.

Paradójicamente, las dos superpotencias, líderes de ese orden mundial, sufrieron grave pérdidas en el periodo. Estados Unidos fracasó en las dos guerras en las que se embarcó, primero en Corea y después en Vietnam. A la Unión Soviética le fue peor, se desintegró. Su modelo socialista fracasó y perdió poder y control en las repúblicas asiáticas y en Europa del Este. Esto último llevó a la fantasía de muchos de pensar que vivíamos ya en un mundo unipolar.

En septiembre 2001 se terminaron las vacaciones. La asolada del extremismo islámico en contra Estados Unidos marcó un nuevo paradigma de guerra. Combatir al terrorismo internacional, un enemigo sin Estado, territorio y un ejército regular, no estaba previsto en las estrategia de guerra. Las repuestas no se adecuaron a las nuevas amenazas. Se llevó la guerra tradicional a Afganistán y a Iraq con la intención de encontrar y terminar con la amenaza terrorista. Le llevó a Estados Unidos una década encontrar y neutralizar a Osama Bin Laden y la supuesta misión de llevar la democracia a Afganistán e Iraq concluyó en un gran fracaso, político y militar.

Mientras esto sucedía, actores surgidos de viejos escenarios encontraron un mundo ausente de controles internacionales efectivos y volvieron a las viejas andanzas. En Rusia, Vladimir Putin diseñó un proyecto para recuperar el territorio perdido. Primero se hizo de Crimea y en febrero de 2022 invadió Ucrania. Hoy en día seis millones de ucranianos han dejado su país para refugiarse de la guerra. Han pasado treinta meses y esa guerra continua.

El ataque de Hamás sobre territorio de Israel en octubre 2023 desencadenó la peor oleada de muerte y destrucción emprendida por las Fuerzas de Defensa de Israel contra palestinos en la franja de Gaza, territorio de Hamás. Dos millones de palestinos se han visto gravemente afectados. 1.5 millones han debido refugiarse en Rafah, al sur de la franja, después de haber sufrido graves pérdidas humanas y materiales. Llevará por lo menos dos generaciones reconstruir escuelas, hospitales, edificios públicos, viviendas, comunicaciones, etc.

Hoy en día la principal amenaza para la mayoría de los habitantes de Gaza es la hambruna. Lograr un acuerdo de cese al fuego en el Consejo de Seguridad de Naciones Unidas llevó nueve meses y su cumplimiento es totalmente incierto, por la intransigencia del gobierno de Israel, de la dirigencia de Hamas y porque nadie es responsable de ponerlo en práctica.

El ambiente se sigue caldeando y ahora la posibilidad de un enfrentamiento formal entre Israel y Hezbolah, en el sur del Líbano, es muy alta, lo que implicaría la destrucción de una parte de Líbano y la atracción de Irán a esta guerra.

El 9 de julio se reunieron en Estados Unidos los representantes de los 32 países miembros de la OTAN para celebrar los 75 años de “la alianza militar más importante de la historia”, según el presidente Biden. Ahí se acordó continuar apoyando a Ucrania en la guerra contra Rusia, pero no se le extendió una invitación a ser miembro de la alianza. Ese mismo día, en Moscú, Vladimir Putin recibía en cena de gala al primer ministro de la India, Narendra Modi, lo que le sirvió a Putin para mostrarle a occidente que no está solo. Esa misma noche bombarderos de Rusia atacaron objetivos sobre Kiev destruyendo, entre otros, un hospital en donde mueren 22 niños

La India no es el único países que va por su cuenta, esto es, que asumen compromisos a medias, en función de sus intereses. Caso paradigmático en este modelo, la República Popular China, que entiende, interpreta y actúa en el orden internacional siguiendo sus propias reglas.

En noviembre habrá elecciones presidenciales en Estados Unidos. Difícilmente habrá sorpresas pues a los dos candidatos ya los conocemos como presidentes. Biden ha intentado devolver a Estados Unidos el papel de conciliador y contendor de conflictos, hasta ahora con muy reducido éxito: Israel y Ucrania hacen la guerra sin que nadie los detenga. Con Trump las cosas podrían incluso empeorar. Para Trump el principal enemigo es China y la OTAN y los europeos no parecen estar en sus prioridades. El papel que tuvo Estados Unidos en el siglo XX ya es historia.

Por lo pronto, el orden internacional está en un impasse en términos de conflictos, pero muy activo en otros temas como el cambio climático y la revolución energética, todos esto acompañado de la Inteligencia artificial y otras múltiples innovaciones tecnológicas. La cooperación internacional se dificulta debida la ausencia de liderazgos y al debilitamiento de las estructuras del orden internacional. La incertidumbre económica persiste. El armado del rompecabezas mundial del siglo XXI se ha convertido en un galimatías.

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