El pasado 27 de enero, The New Yorker, prestigiada revista estadounidense de análisis político, anunció que durante 2020 publicará una serie de artículos en relación con los peligros en los que se encuentra la democracia de EUA. En la presentación de esta serie los editores señalan (traducción libre) “nuestra democracia está en crisis; muchas de nuestras instituciones gubernamentales son disfuncionales y la situación empeora. Aunque el presidente Trump es líder de esta crisis, que prueba que nada garantiza la permanencia democrática, sus orígenes se remontan tiempo atrás. Esperamos con este esfuerzo contribuir a apoyar a todos aquellos preocupados por fortalecer, defender y preservar nuestra democracia liberal”. Ciertamente esto sucede en el año en que EUA tendrá uno de los procesos electorales más complejos de su historia.
El primer artículo de la serie lo escribe la politóloga de Harvard, Jill Lepore, quien hace un sucinto pero brillante recuento de los traspiés de las democracias en el siglo XX. Y ciertamente enfatiza el momento en el que se encuentra la democracia de su país, que de acuerdo con el Índice de Democracia de la Unidad de Inteligencia de The Economist, de estar en el grupo de las 22 democracias plenas en 2006, actualmente se encuentra en el siguiente rango, entre las 54 democracias imperfectas o defectuosas.
De acuerdo con este índice, que reproduce el Cano Blog, las democracias imperfectas son aquellas en las que en mayor o menor medida no se garantizan elecciones libres e imparciales ni pluralismo político, existe un grado significativo de inestabilidad institucional (o de disfunción parcial o total), el marco de Estado de Derecho y la lucha contra la corrupción son débiles, la sociedad civil es frágil, la libertad de prensa y de expresión son sustituidas por mecanismos de censura y el sistema judicial no se caracteriza por su independencia.
Frente a este planteamiento resulta inevitable voltear ver a México, actualmente en el lugar 72 del mencionado índice. Una democracia mucho más frágil que la estadounidense, con instituciones más vulnerables – por algo aparecemos en lugar 72 - y, como toda democracia, sin nada que garantice su permanencia.
El su artículo publicado el 28 de enero en Excelsior, Federico Reyes Heroles, con su acostumbrada sagacidad analítica, hace un recuento de situaciones que coinciden con las que se refieren en el mencionado índice como riesgos para las democracias. Su preocupación es compartida por múltiples actores en México desde destinos frentes, ópticas y disciplinas. Somos muchos los que percibimos riesgos a nuestra frágil democracia.
Jill Lepore señala en su artículo que la democracia se preserva en la medida en que alguien se preocupa por ello, y que así ha sucedido históricamente. Precondición para ello es la claridad de lo que se busca preservar y fortalecer. En el caso de México, los componentes básicos de la democracia que buscamos preservar y fortalecer están en nuestra Constitución. Coinciden con el índice de democracia y con muchas otras aportaciones de politólogos y constitucionalistas mexicanos, pero los elementos esenciales ya están en nuestra Constitución.
Jill Lepore hace referencia a un elemento central al citar a la columnista política Dorothy Thompson quien, a finales de los 30, frente al ascenso del fascismo, alertó a los defensores de la democracia: “asegúrate de saber qué es lo que quieres defender” (be sure you know what you are prepared to defend). Quizás debamos comenzar por ahí.
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