A 25 días de las elecciones presidenciales en Estados Unidos todo apunta a la derrota de Donald Trump frente al candidato demócrata Joe Biden. Las encuestas le dan 8 puntos de ventaja al candidato demócrata, lo que en votos electorales se traduciría en 343 para Biden y 195 para Trump. El mínimo para ganar son 270.

En los procesos electorales, como en el futbol, siempre puede suceder algo que cambie en el último momento el marcador. Sin embargo, según los expertos, si no sucede nada extraordinario, la tendencia se mantendrá, entre otras cosas por el reducido número de indecisos que arrojan las encuestas.

Si esto sucede, debemos esperar cambios importantes en el posicionamiento internacional de Estados Unidos. No se espera que Biden mantenga el discurso nacionalista a ultranza del actual presidente. Esto no significa la desaparición del conflicto con China, principal competidor de Estados Unidos por el poder económico global; lo que puede cambiar es el tono agresivo, beligerante y estridente utilizado por Trump, por un tono más frío y racional.

La relación con Rusia se espera tensa y poco cordial, entre otras cosas por las historias turbias por las que ha pasado la relación en los últimos años con afectaciones graves para los demócratas y para el propio Biden. Esto no significa necesariamente que Estados Unidos habrá de reasumir su activismo internacional en Asia y Medio Oriente, al menos no de inmediato, los escenarios son demasiado complejos. Las intervenciones militares en favor de los balances regionales no se avizoran, al menos en el corto plazo.

Con los europeos seguramente habrá un reacercamiento y se buscará limar las asperezas sembradas por Trump. Se espera que los tradicionales socios estratégicos y económicos de Estados Unidos recibirán un mejor trato que podrá sentar bases para alianzas tácticas en temas que interesan a ambas partes.

Uno de los cambios más significativos que podría esperarse es la vuelta de Estados Unidos al multilateralismo. Biden ha anunciado ya el retorno al Acuerdo de Paris sobre el cambio climático y a la Organización Mundial de la Salud (OMS), a la que Trump ha culpado de manejo sesgado e ineficiente de la pandemia. Esto último podría ser un parteaguas en el manejo mundial de la crisis sanitaria y una gran oportunidad para Estados Unidos para recuperar parte del liderazgo mundial perdido en los últimos años.

América Latina no será prioridad para el nuevo gobierno. Sin embargo, el anuncio de la normalización de las relaciones con Cuba podría llevar a un cambio en el tono y sentar ciertas bases para la cooperación frente a una región dividida y polarizada.

Para México, en concreto para su presidente, la llegada de Biden no será una buena noticia. El apoyo incondicional de Lopez Obrador a Trump, ignorando a los demócratas, ciertamente tendrá un costo. Aplicará, como nunca, la figura de los vecinos distantes.

Las consecuencias para México se sentirán más en la parte comercial, en particular en los temas laborales y de medio ambiente. La probable vicepresidente Kamala Harris conoce y seguramente dará seguimiento cercano a estos temas. Las denuncias, que ya iniciaron, sin duda se incrementarán. En el tema migratorio tampoco deben esperarse cambios importantes, no en el corto plazo, aunque el discurso será menos agresivo y más conciliatorio, con los inmigrados, no con México. En todos estos temas la interlocución entre los dos presidentes se espera pobre o ausente.

En balance, y como hace tiempo no sucedía, se espera que el cambio de inquilino en la Casa blanca traerá cambios significativos en la posición de Estados Unidos frente al mundo. Muchos de ellos a favor de mayores y mejores equilibrios y de creciente cooperación internacional en temas cruciales. Para quienes han decidido no participar en este juego, como es el caso de México, esto no representa mayores oportunidades.

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