A pesar de todos los indicios de que la tormenta no habrá de amainar, por tiempo indefinido, el capitán ha tomado dos decisiones de la mayor trascendencia. La primera fue pretender seguir el rumbo como si el buen clima hubiera regresado, por arte de magia. Esto significa que no habrá modificaciones a los planes de navegación. No habrá recursos para reponer las velas dañadas, ni para compras adicionales de mantas y alimentos.
También decidió el capitán que podía prescindir de la tercera parte de la tripulación, decisión que provocó sorpresa, desconcierto y enojo, sobre todo entre quienes tienen que trabajar más, con menos horas de sueño y en peores condiciones. El capitán se sostiene en su narrativa de que tiene todo bajo control, que la situación es perfectamente manejable y que deben confiar en él. Sin embargo, en plena tormenta, el responsable de devolver los objetos perdidos anuncia que él ya no será más responsable de su resguardo y distribución. Esto es así porque ha descubierto que son los propios hombres del capitán quienes han aprovechado la tormenta para extraer bienes para repartirlos entre sus amigos. El capitán finge no saber de lo que habla.
La incapacidad del capitán para escuchar y aceptar sugerencias ha generado un ambiente tenso en toda la embarcación. En días recientes un grupo de pasajeros ha hecho del conocimiento general su descontento con el capitán por no aceptar y no permitir las críticas. Sin embargo, hay una historia anterior. Incluso antes de iniciar la tormenta el capitán había ya distribuido a su gente de confianza por toda la embarcación con la consigna de identificar cualquier indicio de inconformidad que pudiese eventualmente derivar en motín. Cuando tiene reporte de personas o grupos inconformes, entonces interviene un siniestro personaje que, por órdenes del capitán, se dedica a decomisar los bienes de los inconformes, abanderado en el discurso de que esto es necesario por el bien de todos.
La tormenta no amaina y la marcha del barco es cada día más lenta. Si bien todas las embarcaciones alrededor deben enfrentar la misma tormenta, las más exitosas son aquellas en las que el capitán ha logrado acuerdos para que tripulantes y pasajeros trabajen conjuntamente por enfrentar mejor la tormenta. En el barco en comento, el capitán, lejos de concertar voluntades y generar sinergias, ha profundizado las diferencias al grado tal que ha provocado una tormenta adicional en su propio barco.
Al parecer se única preocupación es que nadie le dispute el mando. Es una de las embarcaciones más ricas que surcan por esos mares. Para él eso significa un botín que no parece dispuesto a ceder. Cuando la preguntan a qué puerto dirige la nave, habla de tierras idílicas, paradisiacas, que nadie conoce y que no aparecen en ningún mapa. Uno de sus principales problemas es que las cartas de navegación que utiliza son antiguas y están caducas. Sin embargo, para muchos pasajeros y tripulantes, la ilusión de lo imposible es preferible a la realidad, imperfecta por definición. Muchos le creen de buena fe.
La historia de la navegación está llena de episodios similares en los que, invariablemente, el resultado es bogar a la deriva, el naufragio de la nave o la llegada a un puerto que poco tiene que ver con los sueños y las ilusiones que les vendió el capitán. Si encuentra usted algún parecido de esta historia con la realidad será porque, como dice el refrán, al final no hay nada nuevo bajo el sol.
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Septiembre 25, 2020