El Covid-19 ha puesto en evidencia el actual desorden mundial. Los buenos tiempos del multilateralismo del siglo XX, construido después de la SGM, parecen haber quedado atrás. La pandemia aparece cuando la cooperación internacional se encuentra en uno de sus puntos más bajos y preocupantes.

En el Siglo XIV la peste negra asoló a Europa. Una tercera parte de la población murió a causa de la bacteria Y. Pestis. Las víctimas infectadas pasaban por un infierno de dolor y deformaciones físicas antes de morir. La ciencia médica era muy básica. Los microorganismos no se descubrieron hasta tres siglos después y debieron pasar tres siglos más para descubrir el funcionamiento de virus y bacterias.

A falta de explicación científica, tres fueron las explicaciones de la peste negra del S. XIV. La primera, un castigo divino: una catástrofe de esta magnitud sólo podía estar en manos de Dios. La segunda explicación fue astrológica: Saturno se metió en la órbita de Júpiter y eso provocó la catástrofe. Sólo la tercera explicación fue mundana: los judíos envenenaron el agua para matar cristianos. Y en esta lógica los persiguieron y los quemaron en varias poblaciones europeas.

La reacción del presidente Trump a la pandemia del 2020 está más en la lógica del S. XIV que del S. XXI: los culpables fueron los chinos que generaron el virus en un laboratorio y que, intencional o accidentalmente, lo liberaron para su esparcimiento; de paso Trump arremetió contra la Organización Mundial de la Salud (OMS) acusándola de encubrimiento. Añade el acusador que sólo así se explica que China haya logrado controlar rápidamente la epidemia (insinuando que ya conocía el virus) y que haya evitado el cierre de fronteras internacionales para dejarlo salir y expandirse por el mundo.

Decía Clausewitz, el gran teórico prusiano de la guerra, que muchas cosas se pueden prever antes ir a la batalla pero que una vez iniciada la acción bélica, ésta imponía su propia dinámica más allá de la voluntad de los contendientes. Controlar la evolución y comportamiento de un virus desconocido rebasa los alcances de la ciencia. Por lo menos eso afirman los científicos. La lógica política de Trump en sus acusaciones contra China no tiene bases científicas.

Para muchos analistas el absurdo comportamiento de Trump está en la lógica electoral. Acusar a China y a la OMS tiene el objetivo de restarle responsabilidad frente a la crisis y congraciarlo con su electorado. Sólo el líder del Reino Unido lo siguió en este juicio sin sentido. No es de extrañar. Boris Johnson logró fracturar el mecanismo de cooperación de mayores alcances construido en el S. XX y quizás en la historia de la humanidad: la Unión Europea.

Se estima que la pandemia económica resultante del COVID 19 causará más estragos al orden mundial que cualquier otro evento del último siglo. La Segunda Guerra Mundial derrumbó las economías de un sin fin de países - paradójicamente México fue de los pocos beneficiados. Una vez terminada la guerra, la mayor preocupación fue reactivar la economía mundial. Sorprendente la manera en que vencedores y vencidos trabajaron en un esquema de cooperación sin precedente. De ahí salieron Alemania y Japón como potencias económicas.

Al siguiente siglo, frente a la pandemia COVID 19, el andamiaje institucional de la cooperación internacional se encuentra más que diezmado gracias a las posiciones de su principal constructor: Estados Unidos. Su actual gobierno no sólo ha debilitado y vulnerado el multilateralismo, a diestra y siniestra, sino que ahora lanza una provocación mayúscula a quien podría ser el mayor constructor o destructor del actual orden internacional. En oposición a la posguerra del 45, el campo después de la batalla al COVID 19 podría resultar más oneroso que la batalla misma. Y en este caso no será obra ni de los dioses ni de los astros.

lherrera@coppan.com

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