En 1984 la historiadora estadounidense Barbara Tuchman publicó La Marcha de los Locos: de Troya a Vietnam, extraordinaria reflexión en la que la autora revisa casos históricos en los que, quienes tomaron las decisiones, a pesar de contar con información suficiente, actuaron en contra de sus intereses y los de la entidad política que representaban.
Todo indica que el actual presidente de México se ha unido a esta corriente histórica. Importante señalar que, en su caso, todos los autogoles han sido consecuencia de sus propias decisiones. Nadie se los impuso. Sirvan tres ejemplos para ilustrar esta tesis.
Una de sus primeras decisiones fue la cancelación del nuevo aeropuerto de la CDMX. Con ello perdió la confianza de los inversionistas, nacionales y extranjeros. En menos de ocho meses, llegamos a un crecimiento cero de la economía. Remontar el crecimiento, al menos al 2.1% - promedio del PIB 2000-2018 - podría tomar la mitad de su administración. Prometió una tasa de crecimiento del 4 % anual. Primer autogol.
En octubre de 2018 anunció alegremente una política de puertas abiertas para los centroamericanos que vienen a México con la intención de cruzar hacia EUA. Como meteorito le cayó el gobernante del país vecino, lo que le obligó no sólo a retractarse sino a caminar en dirección contraria. ¿No sabía quién era Donald Trump? Ahora la política migratoria mexicana se decide en EUA y los militares mexicanos persiguen y detienen a los migrantes indocumentados. Nunca un gobierno de México había llegado a ese nivel de sumisión. Segundo autogol.
Durante 18 años el actual presidente pregonó que los militares no debían participar en seguridad pública. En diciembre de 2018, ya como presidente, cambio drásticamente su posición y decidió entregar a los militares el tema de la seguridad pública. Para cubrir cara mandó armar un entramado institucional de seguridad integrado por civiles y militares, sin pies ni cabeza, destinado al fracaso. El jueves 17 de octubre, las fuerzas de seguridad del Estado mexicano emprenden un operativo en Culiacán en el que las fuerzas del crimen organizado derrotan física y moralmente a las fuerzas del Estado. Culiacán no fue el producto de una mala decisión de coyuntura, fue el reflejo de una debilidad estructural. Tercer autogol.
En la jerga del beisbol tres strikes dejan fuera al jugador. En política no siempre funciona así. Los tres autogoles mencionados – que distan de ser los únicos - le han hecho un gran daño al país y al Estado mexicano. Sin embargo, la popularidad del presidente no ha sufrido mayor merma. ¿Cómo explicar esto?
Una posible explicación es que quienes apoyan al presidente no lo hacen a la luz de sus acciones como jefe de Estado y de gobierno, sino por lo que representa. El presidente dista de ser un buen líder político o de gobierno, pero es un líder moral. Su discurso no se basa en objetivos y resultados sino en valores. Peña Nieto y todo aquel que se oponga a su 4T – entelequia ininteligible – representan el mal. Él representa al pueblo bueno, sufrido pero esperanzado, de que alguien como él, les cambie la vida. Él sabe quienes son los buenos y los malos. Y sus seguidores lo apoyan. En este contexto, las leyes y las instituciones son accesorias. Los valores morales siempre estarán por encima. Para quienes ven el mundo así, la realidad imaginaria prevalece sobre la realidad concreta.
¿Cómo se revierte esta situación? Difícil decir. Usualmente este tipo de líderes caen a consecuencia de sus propios errores, su naturaleza los lleva a vivir en arenas movedizas. Son desconfiados, autoritarios y no les gusta compartir la palestra. Quienes los rodean suelen convertirse en sus peores enemigos, pues quieren ocupar su lugar. Sólo ver la trifulca, a todos los niveles, entre los integrantes de Morena. Algo que si es predictible: nos esperan tiempos aún más aciagos y complejos.
Octubre 25, 2019
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