El principal componente discursivo del gobierno de la 4T para llegar al poder fue la denuncia de la corrupción. El entonces candidato López Obrador la colocó como el mayor problema de México y su combate como la prioridad de su gobierno. A tres años de su mandato, el Índice de Derecho 2021 del World Justice Project no sólo no registra un avance, sino que ubica a México en el lugar 135 entre 139 países en materia de corrupción; sólo Uganda, Camerún, Camboya y Congo aparecen por debajo de México que perdió 18 lugares de 2018 a 2021 lo que lleva a una inquietante pregunta: ¿Es México más corrupto hoy que cuando llegó López Obrador?
En paralelo aparece otro indicador no menos preocupante. En la variable de Estado de Derecho, entre 32 países de América Latina México aparece en el lugar 27, en el segmento con peores calificaciones junto con Honduras, Nicaragua, Venezuela, Bolivia y Haití. De acuerdo con la más reciente encuesta del INEGI, 90% de los mexicanos consideran que las leyes no se respetan.
Este no es un tema menor pues la corrupción está estrechamente ligada a la ausencia de Estado de Derecho. El déficit del sistema de procuración de justicia y la ausencia de cultura de la legalidad generan márgenes de impunidad no sólo para quienes incurren en delitos de corrupción, sino en la comisión de cualquier otro delito. Impunidad y corrupción son condiciones idóneas para la permanencia y expansión de la violencia y la delincuencia. En el rubro de orden y seguridad México aparece en el lugar 130 de los 135 países estudiados, estamos en el final de la tabla.
En los países en los que se ha logrado alcanzar los niveles más bajos de corrupción prevalecen cuatro condiciones: simplificación administrativa, transparencia en la información, participación de la sociedad en el seguimiento de las acciones gubernamentales y la existencia de un andamiaje institucional robusto para detectar y sancionar los actos de corrupción.
Las decisiones del actual gobierno han ido en dirección opuesta a estas premisas. Más del 80% de los contratos gubernamentales de la actual administración se otorgan por asignación directa, lo que ensancha los márgenes de corrupción. Adicionalmente, la participación de las Fuerzas Armadas en los proyectos emblemáticos del actual gobierno federal ha puesto la información sobre asignación y ejecución de contratos en el apartado de Información Reservada por razones de Seguridad Nacional, una de las prácticas más comunes en contra de la trasparencia.
Dentro de las paradojas encontramos también que el Sistema Nacional Anticorrupción, lejos de fortalecerse, se ha debilitado durante el actual gobierno. Las investigaciones se hacen a cuentagotas y los principales casos que toma la Fiscalía General de la República (FGR) son los que promueve la Unidad de Inteligencia Financiera (UIF) que desde que inició la actual administración dirige sus investigaciones en contra de objetivos políticos señalados por el Jefe del Ejecutivo.
Sin duda la gran paradoja de toda esta historia es el alto nivel de popularidad con el que todavía cuenta el actual gobierno cuando en el tema emblemático que lo llevó al poder no sólo no se ha avanzado un ápice, sino en el que existe un claro retroceso. Sin duda lo que más ayuda a esta situación es la personalidad del presidente, su habilidad para engañar, para siempre culpar a otros y para construir castillos en el aire. Su perfil populista es su principal activo frente a importantes sectores de la población.
Dos graves problemas surgen de este escenario, uno estructural y otro coyuntural. La corrupción, la ausencia de Estado de derecho y de orden, seguridad y justicia, afectan estructuralmente a la democracia y la gobernabilidad de México. La magnitud del daño no es menor. El problema coyuntural lo enfrentará cualquiera que sea su sucesor. En ausencia del perfil populista del líder, la factura de la realidad será contundente; la retórica y los discursos de poco servirán para contrarrestar las fracturas provocadas por la 4T, para muchos el gobierno de la esperanza, para la realidad y el futuro de México, una pésima notica.