Las habilidades para gobernar no vienen en automático con la llegada al poder. Prueba de ello son quienes han mostrado grandes aptitudes como candidatos y resultan incompetentes como gobernantes. Los casos a lo largo de la historia son innumerables. México no es la excepción. En este siglo hemos tenido dos casos, Fox y López Obrador, extraordinarios como candidatos y malos gobernantes.
El buen gobierno no va a aparejado con el anhelo por el poder. En algunos casos, como el de Vicente Fox, sin tamaños para convertir el triunfo en buen gobierno, aunque desaprovechó tristemente el bono democrático, permitió que lo ya construido funcionara y no hizo mayor daño al país. Grave cuando el ganador, como López Obrador, tiene como única motivación el poder y para ello reinventa el Estado, a modo con sus planes políticos personales, lo que le ha hecho un enorme daño al país.
López Obrador no ha logrado ni logrará nunca la unidad nacional. Por el contrario, su estrategia ha sido dividir y polarizar, buscando siempre mantener una base suficiente para sostener su popularidad y, ahora, la continuidad de su proyecto personal a través de sus incondicionales. Con ello logró algo inédito: que los tres principales partidos en la historia reciente del país se unieran en una colación para derrocar a Morena.
Existe una enorme preocupación por la situación en la que Morena ha puesto al país. López obrador prometió terminar con la corrupción, gobernar con los pobres y convertir a México en un país seguro. La corrupción sigue boyante, los pobres son más pobres que antes y el país vive el peor momento de seguridad de su historia reciente. Por ello que la principal preocupación de la oposición no solo debe ser sacar a Morena del poder, sino llegar gobernar con la capacidad para enfrentar los grandes problemas nacionales.
Un claro indicador de los objetivos para llegar al poder es la preparación previa para actuar como gobierno, una vez en el poder. Vicente Fox, como presidente electo, en lugar de aplicarse en esta tarea, se dedicó a viajar y llegó a gobernar con planes y propuestas endebles. López Obrador llegó con un discurso incendiario y una serie de ocurrencias sin sustento técnico, jurídico y económico.
Todo parece indicar que en la Coalición están ahora preocupados por un buen gobierno, al menos tanto como por llegar al poder. De esta preocupación surgió la iniciativa de solicitar a uno de los hombre más experimentados en tarea de gobierno, José Ángel Gurria, coordinar la elaboración de un programa de gobierno que dé respuesta a las necesidades más urgentes del país.
Las propuestas de políticas públicas, para ser viables y traducirse en resultados, requieren cumplir con al menos cinco condiciones. La primero es la pertinencia, esto es, responder a un problema real del país. Segunda, el sustento técnico, lo que significa armar propuestas que se sostengan en evidencias y en mejores prácticas para que efectivamente puedan dar el resultado esperado. Tercera, sustento jurídico; vivimos en un Estado de derecho que no se inventó de la noche a la mañana, lo que obliga a adecuar las propuestas a las leyes.
Cuarta, sustento financiero, esto es, asegurar que se cuenta con los recursos suficientes (lo que obliga a una fina planeación financiera) para la ejecución de las políticas. Finalmente, el sustento institucional, lo que equivale a la eficiencia y eficacia de los aparatos de estado y de gobierno encargados de implementar dichas propuestas.
El programa del nuevo gobierno debe ser, más que nunca, incluyente. Esto es, debe considera a todos los sectores de la población y la problemática particular de cada uno de ellos, así como los distintos entornos geográficos, étnicos y culturales de la realidad nacional. Debe respetar y promover el federalismo en todos los ámbitos. Debe partir de la diversidad y la pluralidad y debe considerar la transparencia y la rendición de cuentas como una obligación.
Nadie tiene el conocimiento y las respuestas para enfrentar todos los problemas. La sabiduría del gobernante no radica en saber de todo sino en la habilidad para rodearse de quienes conocen y tiene experiencia en cada una de las complejas artistas de la realidad nacional.
Ahora la coalición y su precandidata a la presidencia enfrentan una doble tarea. Por un lado, armar una campaña robusta y eficiente en condiciones verdaderamente adversas, pues deben enfrentarse no solo una candidata y su partido, sino a todo el aparato del Estado. La segunda, en paralelo, preparar un programa de gobierno a la altura de la gravedad de la situación y de la magnitud de ellos retos. Su gran fuerza estriba en ser será la candidata de una coalición de partidos políticos y organizaciones de la sociedad civil. La decisión de prepararse desde ahora para ser gobierno, es muy buena decisión. México no solo necesita buenos candidatos, sino buenos gobernantes.