En días recientes tuvo lugar un conversatorio sobre el militarismo y la militarización en México (disponible en YouTube), organizado por el Programa de Seguridad Ciudadana de la Universidad Iberoamericana y la organización México Unido contra la Delincuencia. El conductor, Ernesto López Portillo, destacado especialista en el tema, abrió el espacio a una conversación que sin duda resulta trascendente.
En el centro de la discusión estuvo el impacto del papel de los militares en el Estado y en la sociedad a partir de las atribuciones que les ha otorgado el actual gobierno. Como toda conversación inteligente, resultaron de mayor trascendencia las preguntas que las respuestas. Algunas de ellas.
¿Fortalece la mayor presencia militar a la democracia mexicana? La respuesta a esta pregunta fue sencilla, pero contundente. En ninguna de las democracias consolidadas en el siglo XXI la seguridad pública está a cargo de las fuerzas armadas. Sus funciones están acotadas a misiones de defensa nacional. Tampoco construyen aeropuertos, sucursales bancarias, ponen vacunas o administran puertos. Esto resulta un contrasentido a su misión y doctrina.
¿Son los militares quienes deben atender la seguridad pública? Los militares son entrenados para la guerra. Los policías para conciliar con el ciudadano, mantener la paz y el orden social. Sus misiones, doctrina, códigos y protocolos son diametralmente distintos. Así como el policía difícilmente podría cumplir con misiones militares, lo mismo sucede a la inversa. El policía está entrenado para hablar con el ciudadano. El militar para destruir al enemigo.
¿Qué piensa la sociedad mexicanos del nuevo rol de los militares? Quizás lo más sorprendente de la respuesta a esta pregunta sea la indiferencia de la sociedad mexicana frente al fenómeno de la militarización. Las fuerzas armadas en México cuentan con un nivel de aceptación muy alto entre la población. Una de las explicaciones posibles apunta a que, en una sociedad acostumbrada a convivir cotidianamente con la violencia, en el imaginario popular resulta lógico pensar que la única forma de poner orden es con el uso de la fuerza. A pesar de los bajos resultados que ha dado el manejo de la seguridad pública en manos de los militares, su popularidad no decrece.
¿Son los militares mexicanos en verdad apolíticos? El proceso de creciente militarización de la vida pública en México ha otorgado a los militares mando y decisión en ámbitos tradicionalmente reservados a autoridades civiles. Esto se traduce en un empoderamiento creciente de la institución y de sus mandos en distintos ámbitos de la vida nacional: desde la seguridad pública hasta la construcción de infraestructura y la administración de instituciones otrora en manos de autoridades civiles. Sobresalen por la calidad de las prestaciones a sus integrantes. Formalmente se plantea como una situación transitoria, por el estado de emergencia. ¿Es un proceso reversible? Sin duda un tema inquietante en una democracia en la que formalmente el ejército está subordinado al poder civil.
¿Requiere México de un Ejército? Desde hace más de un siglo el ejército mexicano no ha tenido la necesidad de enfrentar una agresión militar desde el exterior. A partir de los gobiernos revolucionarios México descartó la opción de utilizar al ejército como herramienta de política exterior y posteriormente renunciamos formalmente al uso de la fuerza en las relaciones internacionales. ¿Para que necesitamos un ejército? ¿Para cuidar las fronteras, para detener a los migrantes, para hacer labores de policía o para construir aeropuertos?
Lopez Obrador habló durante dos décadas de regresar a los militares a los cuarteles. Hablaba de un ejército para la paz, lo que claramente plantea una contradicción. Los ejércitos sirven para hacer la guerra. Ningún Estado u organización que trabaja por la paz pone a los militares al frente de esta misión. Sin duda es esta una de las preguntas más complicadas para encontrar una respuesta pertinente a las circunstancias y necesidades del México de hoy. En el mundo vemos un proceso a la inversa. Menos ejército y más policías y sistemas judiciales más robustos, con creciente participación ciudadana.
Meritorio, pertinente y relevante el conversatorio en mención y que nos lleva a una pregunta adicional. ¿A quién le toca responder a estas preguntas? ¿a lo políticos? ¿a los militares? ¿a los especialistas? ¿a los ciudadanos? o ¿a todos los anteriores?
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