“La patria es primero”, proclamó Vicente Guerrero cuando en 1820 su padre le transmitió el mensaje del virrey Apodaca, que le ofrecía el indulto a cambio de retirase del movimiento insurreccional que culminó con la independencia.

Por alguna extraña razón muchas de las comunidades mexicanoamericanas en Estados Unidos consideran el 5 de mayo --la victoria frente a los franceses en Puebla– como la fiesta nacional de México. Para los mexicanos en México, la fiesta nacional es el 16 de septiembre, cuando celebramos la independencia del dominio español. Por ahí comienzan nuestras confusiones de identidad histórica.

Interesante que nuestro principal referente histórico, la independencia, se remonta a apenas hace 200 años, cuando en nuestro territorio habitaron civilizaciones milenarias, como los mayas o los zapotecas, los teotihuacanos o los toltecas, desde hace más de tres mil años.

Debe decirse que la mayor parte de las grandes civilizaciones que habitaron nuestro territorio -olmecas, mayas, zapotecas o teotihuacanos- ya eran solo un referente histórico cuando llegaron los españoles. Curioso que el más reciente -y por ello el más conocido-, el imperio mexica o azteca, haya durado tan solo poco más de un siglo y que sea el único caso en el que se habla de un imperio y no de una civilización, que ciertamente no son sinónimos.

En el mejor de los casos nuestra historia reciente es una historia trunca y a trompicones. Los españoles se encargaron de terminar para siempre con las culturas prehispánicas como dominantes, pero no con su gente, a la que utilizaron en forma inmisericorde para el trabajo y la procreación, mientras sus sacerdotes católicos se encargaban de transformar sus conciencias. Y de ahí surgió e l mestizaje , étnico, pero también religioso y cultural; la mezcla no parece haber sido la más afortunada.

La palabra patria proviene del latín de la voz patrius, que significa “tierra de los antepasados” ¿A quiénes nos referimos entonces cuando en el México de hoy hablamos de la patria ? ¿A los descendientes de nuestras milenarias culturas que sobrevivieron a l yugo español ? ¿A los descendientes de los conquistadores? ¿Al mestizaje mexicano? ¿A todos los anteriores?

López Obrador ha sido muy habilidoso en manipular las confusiones y contradicciones de un país de múltiples caras, etnias, culturas y actitudes, para sus fines políticos. Su discurso ha servido para exacerbar las diferencias, enfrentar, abrir las cicatrices y restregar las heridas.

Su nacionalismo es igualmente confuso y contradictorio. En principio el nacionalismo serviría para protegernos de amenazas externas, fortalecer la unidad nacional y promover el bienestar de todos los mexicanos. Sin embargo, su conexión con el exterior es selectiva y siempre vinculada con su proyecto político. Sus amigos no son necesariamente los amigos que convienen a México. Su desconexión internacional reduce las opciones, posibilidades y oportunidades de todos los mexicanos y va en menoscabo de la fortaleza nacional.

Las fuerzas armadas han sido históricamente símbolo de nacionalismo, pues son quienes deben enfrentar las amenazas que provienen del exterior. Sin embargo, hace más de un siglo que México no enfrenta amenazas externas que requieran de la intervención del ejército. ¿Se fortalece el nacionalismo mexicano con la militarización de la vida nacional?

México venía avanzando en la construcción u n sistema político de instituciones democráticas que se fueron consolidando al paso del tiempo. Ahora pasamos por un momento en el que quienes tienen el poder quisieren regresar a un esquema de partido hegemónico más que de competitividad democrática; y quienes podrían contribuir a enderezar el rumbo, en la mejor tradición priista, prefieren acomodarse que perder los beneficios personales del poder.

Afortunadamente lo grandioso de México va más allá de sus políticos, pue si así fuera, poco tendríamos para celebrar. México es un país vivo, de pasados gloriosos de los que mucho podríamos aprender, de prestigio internacional por sus tradiciones, su culinaria, sus creadores y sus contribuciones al orden mundial. Sus políticos siempre serán pasajeros y las oportunidades para hacer un México mejor nunca dejarán de existir. El gran reto consiste en encontrarlas y aprovecharlas.

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