Luis Herrera Lasso M.

Hay vida democrática después de la 4T

Articulista Luis Hererra Lasso. Foto: EL UNIVERSAL
21/04/2023 |02:37
Luis Herrera Lasso M.
autor de OpiniónVer perfil

El gobierno de la 4T no cree en la institucionalidad democrática, en el balance de poderes, en la sociedad civil organizada, en la libertad de prensa o en la cooperación internacional. Para su líder, López Obrador, el poder es patrimonialista y personal; los otros poderes, las entidades autónomas del Estado y la sociedad civil organizada, son un obstáculo para su proyecto personal de país. En esa medida todas esas instancias deben ser controladas, cooptadas o simplemente asfixiadas o desaparecidas, si contravienen al jefe del Ejecutivo.

Afortunadamente el balance después de cuatro años no es ni remotamente lo que él quisiera. Aunque magullado, el Instituto Nacional Electoral (INE) se mantiene en pie, con la mayor parte de su personal y atribuciones. La Suprema Corte de Justicia (SCJN), a la que ha buscado controlar por todo los medios, ha dado marcha atrás a buena parte de sus iniciativas de reformas constitucionales y la has dejado parcial o totalmente suspendidas, como sucedió con la reforma eléctrica y en días recientes con la iniciativa de militarizar orgánicamente la seguridad pública de país.

Sus mayores éxitos en la cruzada antidemocrática vestida de justicia social, los encontramos en el debilitamiento o deconstrucción de instituciones del Estado que otrora jugaron un rol primordial en la construcción democrática como el INAI o el sistema construido para combatir la corrupción, debilitado desde el primer día de su gestión. La CNDH es el más claro ejemplo sobre como deslegitimar y desfondar una institución democrática.

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A esto debemos añadir cientos de fideicomisos e instancias que cubrían importantes funciones en los ámbitos científico, cultural y artístico y que, con el actual gobierno, han visto claramente debilitados sus recursos y capacidades. Con el discurso de la austeridad y el combate a la corrupción estos recursos los concentran ahora las oficinas centrales.

Dado que los militares existen por razones de seguridad nacional y por tanto la información sobre sus actividades es reservada, ahora buena parte de la administración pública esta asignada al estamento militar desde donde no es necesario rendir cuentas a la ciudadanía. Es el caso de la administración de aduanas, de obras de infraestructura, manejo de medicamentos y una larga lista de funciones, adicionales a las de seguridad nacional y seguridad pública. El fracaso en la mayor parte de las tareas asignadas a las fuerzas armadas, comenzando por la seguridad pública, resulta en una de las mayores pérdidas para el Estado mexicano. El ejército se ha desviado de sus funciones, ha perdido legitimidad y credibilidad. Su actual estatus no tiene cabida en un régimen democrático.

El daño a las organizaciones de la sociedad civil no ha sido menor. Además de desaparecer los múltiples fideicomisos y apoyos gubernamentales con los que contaban para realizar tareas para beneficio de la población, han sido producto de ataques constantes por parte del

presidente que ve a la sociedad civil organizada como una amenaza a su ejercicio del poder. Para López Obrador todas las necesidades que puedan tener los mexicanos encuentran respuesta en las mañaneras y todo lo que requieren saber, se dice en las mañaneras.

La lista completa de acciones atentatorias en contra de la institucionalidad democrática por puede ser interminable. Sin embargo, en la mayor parte de las instituciones afectadas nos encontramos con entusiastas mexicanos que conscientes de que, los gobiernos pasan y las instituciones permanecen, mantiene el aplomo en espera de mejores tiempos.

Sobre cuando llegarán esos tiempos depende de la ciudadanía. En 2024 se abre una gran oportunidad, pero que solo se antoja posible si la oposición política organizada y los ciudadanos logra hacer sinergia. José Angel Gurría, uno de los precandidatos de la oposición, señalaba hace uno días que la victoria no sólo depende de una coalición con fines electorales, como ha sido hasta ahora, sino de una coalición para gobernar que además de potenciar las posibilidades de triunfo, acabe de una vez por todas con los excesos del presidencialismo que como hemos podido constar con el actual gobierno no han quedado en el pasado.