Esta semana se reunió el Grupo de Contacto de Alto Nivel para temas de seguridad entre autoridades mexicanas y estadunidenses. Más allá de las declaraciones y de lo que pudiera surgir de un comunicado conjunto (si lo hubiera), los presagios no son nada buenos. Ni para la relación ni para el tema.

En el Índice Global de Crimen Organizado 2021 de la organización Global Initiative, México aparece como el cuarto país (entre 193), más afectado por la delincuencia organizada (después del Congo, Colombia y Myanmar) y con mayor presencia de actividades ilegales como tráfico de drogas, de armas, de personas y de recursos naturales.

El Índice señala a México como un territorio en el que los periodistas corren más riesgos que en zonas de guerra. México y Panamá se mantienen en los primeros lugares en el delito de tráfico de personas y México se ha consolidado como uno de los mayores mercados de armas entre Estados Unidos y Centroamérica . ¿Qué han hecho las autoridades mexicanas para detener o aminorar esta situación?

En general las desgracias ajenas son tema de poco o nulo interés para quienes no se ven afectados. Sin embargo, la intensa interacción entre México y Estados Unidos convierten a la violencia y la delincuencia en un problema compartido pues la mayor parte de las redes delictivas transnacionales operan en los dos territorios: tráfico de drogas , personas y armas, lavado de dinero y hasta delitos de cuello blanco. Frente a este panorama, la cooperación binacional efectiva y eficiente frente a estos delitos no es sólo necesaria, resulta indispensable para poder combatirlos.

Entre más delicados son los temas, mayor la necesidad de generar y mantener la confianza en la relación. El gobierno de México no lo ve así. Desde el inicio de la actual administración se enviaron señales y se cambiaron leyes para evitar la presencia de agentes estadounidenses en México. A partir de un uso demagógico del concepto de soberanía , una y otra vez se repite el discurso de que México se hace cargo de sus asuntos y que no necesita del exterior. Sin embargo, ni hemos sido capaces de hacernos cargo de la inseguridad que asola día a día a la nación y la delincuencia organizada, nacional y transnacional, ha penetrado el país como nunca había sucedido.

La expansión de la delincuencia organizada requiere dos precondiciones: impunidad y corrupción. En México la mayor parte de los delitos no se persiguen, por incapacidad o por decisión política. La delincuencia organizada (delito federal) ha invadido todas las esferas de la vida nacional. Frente a ello las autoridades son ineficientes, complacientes o cómplices. No hay otra manera de explicarlo.

Adicional a la falta de interés por lo que sucede en el mundo, el actual gobierno federal en México parte de la desconfianza, frente a propios y ajenos. Lo que no esta en su visión y en sus planes, no entra en la agenda. Entre Trump y Biden, AMLO escogió a Trump. Entre Cuba y Estados Unidos, optó por Cuba. La racionalidad política de sus decisiones resulta inexplicable vis a vis el interés nacional de México.

La otrora importante participación de México en foros multilaterales en los que se discuten los temas centrales de la agenda mundial se ha desvanecido. México es miembro del Consejo de Seguridad de Naciones Unidas - que pronto le tocará presidir - y no se ha escuchado una sola idea o propuesta para poner en esa mesa.

¿A quien beneficia la cooperación bilateral en materia de seguridad? En teoría, a las dos partes. En la realidad, el que obtiene el mayor beneficio es el que cuenta con menos recursos, menor experiencia, con el andamiaje institucional más débil y, sobre todo, a la parte que se ha visto desbordada por la magnitud y consecuencias del problema. La situación de inseguridad en México ha trascendido la barrera de lo manejable hace mucho tiempo. A Estados Unidos, por lo ya dicho, le interesa y le conviene ayudar a su vecino ¿A México qué le interesa? ¿Defender la soberanía de la inseguridad, la pobreza y la debilidad institucional?

Como ya es tradición en este gobierno, de cualquier decisión, situación o evento, sólo trasciende a la luz pública lo que se alinea al discurso de sus personeros. Aún más preocupante es cuando las voces tras bambalinas tampoco tienen nada relevante que reportar. Mucho me temo que así será, a menos que, en ausencia de una estrategia y de propuestas específicas por parte de México, los estadounidenses traigan en su agenda algún tema que les interese impulsar y los medios para presionar, como sucedió con Trump, cuando el actual gobierno de México cedió todo sin pelear. Las asimetrías existen y así funciona la dinámica de las relaciones internacionales . ¿En dónde deja esto al gobierno de México? ¿En la mera simulación o en la búsqueda de la genuina cooperación?

lherrera@coppan.com

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