Las reciente declaraciones del presidente López Obrador en relación con España y Panamá son motivo de grave preocupación al ser el jefe del Estado mexicano. Su personal enojo con España y su caprichosa forma de designar diplomáticos refleja su desconocimiento y desinterés por la dinámica de las relaciones internacionales, sus retos y oportunidades y las consecuencias que las ligerezas y las frivolidades pueden tener en este entorno.

Pone también en evidencia su desinterés en los asuntos internacionales, su menosprecio por los profesionales de la diplomacia mexicana, su proclividad a sostener posiciones personales sin importar las consecuencias y la ausencia total de contrapesos al interior de su gobierno, explicita en el total silencio de su canciller, quien al parecer ha quedado en pausa.

También refleja la inexistencia de una estrategia de política exterior del Estado mexicano frente a un mundo globalizado, cada día más complejo, en el que los retos compartidos solo pueden ser abordados con relaciones de cooperación sólidas y bien articuladas con nuestros socios naturales como son Estados Unidos, España y América Latina, países a los que el actual mandatario trata con desprecio y/o indiferencia. La debilidad de México frente al mundo se hace cada día más evidente.

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