El pasado viernes 18 de marzo tuvo lugar un evento de enorme trascendencia internacional. Los lideres de Estados Unidos y China, Joe Biden y Xi Jinping, se reunieron durante casi dos horas para hablar del tema de Ucrania. Al final del encuentro sus oficinas emitieron sendos comunicados de los que se pueden inferir hechos importantes.
Son por todos bien conocidas las enormes distancias culturales entre las dos naciones, sus visones del mundo no son necesariamente coincidentes y son competidores en la carrera del siglo XXI por la supremacía económica. China considera legitimas las preocupaciones de Rusia por su seguridad, pero no por ello avalan la invasión militar de Ucrania. La preocupación por la actuación del presidente Putin en Ucrania parece ser compartida por ambos lideres.
La intervención militar Rusa en Ucrania ha causado enormes estragos a la población de ese país. La guerra siempre es devastadora. Destruye el presente y futuro de todo lo que alcanza y no obstante lo abrumadora que pueda ser la asimetría militar, esto no garantiza la victoria. Lo que hace diferente este escenario de guerra, de otros del Siglo XXI, es la magnitud y extensión de las posibles consecuencias para el resto del mundo.
¿Es una guerra limitada? Si nos referimos a la acción militar, hasta ahora si lo es, pues de hecho los únicos participantes en la acción militar son las tropas invasoras rusas en el territorio de Ucrania y los defensores ucranianos, incluyendo a la población civil. Ucrania no tiene no tiene ninguna capacidad de represalia en territorio ruso, lo que la convierte claramente una guerra asimétrica. También es limitada porque se acota al armamento convencional (no existe un uso total de la fuerza disponible para neutralizar al enemigo; el arsenal nuclear de Rusia no se ha utilizado).
Y a pesar de ser una guerra limitada, sus alcances políticos y económicos trascienden, con mucho, el territorio de Ucrania. El primer indicador fue la reacción de la comunidad internacional que mayoritariamente condenó la invasión, algo que no sucedió en la Segunda Guerra Mundial ni en ninguna de la guerras posteriores. La invasión militar para la reivindicación de interese nacionales parecía haber quedado en el pasado.
A diferencia de Afganistán e Irak en donde los daños y alcances de los conflictos fueron claramente limitados, Ucrania tiene connotaciones políticas, económicas y de seguridad de enorme alcance. Ucrania es frontera económica, política y militar entre Europa occidental y Asia. Es abastecedor y lugar de paso de buena parte de la energía de Europa y su abastecimiento de granos no es nada despreciable. Simboliza también la lucha entre la libertad y la modernidad Europea y el control y la opresión a la usanza de los viejo regímenes zaristas, comunistas o de la Rusia de Putin.
Pocos países en el planeta compiten con el peso de los significados geopolíticos y geoeconómicos que tiene Ucrania.
De la reunión entre Biden y Xi Jinping se pueden inferir algunos hechos que me parecen de gran importancia. Primero, la coincidencia en que la aventura militar de Putin generó un escenario de alto riego para el resto del mundo, sin con ello garantizar una victoria política. Segundo, que la participación de otros actores de la comunidad internacional, directa o indirecta, en el escenario bélico lejos de ayudar, lo complicaría. La guerra tiene su propia dinámica y una vez que se le da protagonismo, su evolución y resultados fácilmente salen de control. Tercero, que hoy en día ni siquiera las dos superpotencias son capaces de controlar y direccionar a los innumerables actores económicos y sociales que se ven involucrados y/o afectados por el conflicto y que pueden influir en su evolución y desenlace. Cuarto, que la sociedad civil de Ucrania, de Rusia y del resto del mundo, tiene en el siglo XXI un papel protagónico que no necesariamente controlan los Estados.
Si mis inferencias son correctas y los líderes de las dos superpotencias comparten esta visión y se sientan a platicarlo no es un hecho menor. Su capacidad de influencia sobre el resto de los actores de la comunidad internacional, si bien es limitada, es mayor a la de cualquier otro actor o grupo de actores y sin duda puede influir en la evolución del conflicto. En este caso el enemigo común no es Rusia, sino el riesgo de desestabilización y gobernabilidad mundial. La acción concertada de estas dos superpotencias, en este momento, puede ser la mejor noticia para el resto del mundo.