En memoria de mi hermano Jesús “Chuche” Maldonado

El Diálogo Nacional por la Paz representa un punto de partida en un proceso destinado a abordar las raíces de la violencia para avanzar hacia la pacificación de nuestro país, devastado por la corrupción, la impunidad y actos de barbarie. Este desafío se desarrolla en un contexto en el que el sistema de justicia se ha derrumbado y el tejido social está destrozado.

Este Diálogo, que se realiza del 21 al 23 de septiembre, en la sede la Universidad Iberoamericana en Puebla, se originó tras los asesinatos de los jesuitas Javier Campos y Joaquín Mora, junto con los laicos Pedro Palma y de Paul Berrelleza, hace 15 meses, en la iglesia de Cerocahui, Chihuahua. Estos eventos trágicos dejaron una herida profunda en nuestra Iglesia y en la conciencia colectiva, y nos impulsaron a tomar medidas sin precedentes. Como recordaba Ignacio Ellacuría, "La verdadera solidaridad exige justicia. La paz sin justicia es una paz frágil; la justicia sin verdad es una justicia falsa".

Esta herida germinó en la necesidad de llevar a cabo este Diálogo Nacional por la Paz. Siguiendo el llamado del Papa Francisco, comprendemos que "La paz es el fruto de una gran lucha". Nadie puede negar que la violencia en México se ha vuelto ominosa y que, lejos de disminuir, se ha recrudecido. Ayotzinapa, Allende, Camargo, Cerocahui, San Fernando, Tlatlaya y otros nombres no son simples puntos en el mapa: son heridas, son recordatorios dolorosos de la necesidad de   unirnos en acción, con la esperanza de que la vida y la paz triunfen sobre la deshumanización.

Hoy enfrentamos una violencia que se intensifica y se propaga por todos los rincones, sectores y estratos sociales del país, vulnerando los derechos humanos fundamentales de seguridad y vida. La alta impunidad ha negado justicia a miles de familias y víctimas, obstaculizando su acceso a la verdad y a la justicia.

La crueldad en actos de violencia y la expansión territorial del crimen organizado es alarmante. Presenciamos una erosión de la dignidad humana, una deshumanización que desafía y nos estruja como sociedad. Recordemos los dolorosos hechos, como el de los cinco jóvenes en Lagos de Moreno, Jalisco, los feminicidios que afligen al país o el sufrimiento de los hermanos migrantes, que huyen de la violencia sólo para enfrentar más violencia.

No deseamos un México desamparado ni más terror. Luego de tres sexenios, el modelo de seguridad persiste, sin diagnósticos adecuados y con instituciones estatales fallidas. Justo cuando parece que "hemos tocado fondo", la violencia persiste. No podemos ignorar esta realidad. Este Diálogo Nacional pretende impulsar acciones a través de la Agenda Nacional de Paz, es plural e invita a trabajar por un México digno para todos y todas. No sólo son buenas intenciones, son propuestas que requieren de múltiples esfuerzos.

La violencia es un problema complejo que requiere un enfoque integral y de impulso esencial de los diferentes niveles de gobierno. El compromiso gubernamental, el respaldo internacional, la sociedad civil, las víctimas, la academia, los empresarios y la Iglesia son cruciales. No será fácil ni rápido, pero la unidad nos guiará.

En estos momentos desafiantes, sigamos amando a nuestras comunidades, sirviendo a quienes necesitan apoyo y acompañando en su dignidad a las víctimas.

Las conclusiones del Diálogo serán publicadas en: .

Provincial de la Compañía de Jesús en México

@Jesuitas_Mexico

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