A la frecuente pregunta sobre el tamaño del posible impacto del nearshoring la respuesta correcta es tan grande como el país quiera. Será y es importante ya ahora; la propia integración de América del Norte ha demostrado en los últimos 30 años ser muy positiva para la economía nacional, a pesar de que no se adopten aquí las medidas pertinentes para aprovecharla. El punto es que los beneficios pueden ser mucho mayores, más profundos e incluyentes en términos regionales, sectoriales y por segmentos de población.

El fenómeno de la relocalización del comercio y la inversión globales, pero sobre todo transpacíficos, es de carácter estructural. Esto hace que el empuje del nearshoring sea más intenso de lo que en el pasado se conoció, en tres ocasiones, como el “momento México”. La primera cuando se negoció el Tratado de Libre Comercio de América del Norte, la segunda con la alternancia democrática al perder el monopolio el Partido Revolucionario Institucional y la tercera con la implementación de las reformas estructurales en 2013-14. Hay dos diferencias cruciales en esta ocasión: una, que el impulso viene de fuera y no es una moda pasajera por la relocalización y la diversificación del riesgo chino; y dos, porque la economía mexicana ya pagó, mayoritariamente, el costo de la apertura y ahora las empresas que aquí operan, nacionales y extranjeras, son mucho más productivas. Y no sólo las grandes, sino que de manera paulatina pero constante, las medianas y las pequeñas. Además, la situación demográfica es ahora mucho más conducente a fomentar un incremento sostenido de los salarios reales y más atractiva por el rápido envejecimiento de las economías competidoras de México en otras latitudes.

Los otros “momentos México” han sido desaprovechados y era más de saliva. El primero por la crisis de 1994-95 que impidió una gran inversión que reemplazar el capital hecho obsoleto por la apertura. El segundo porque los gobiernos de Fox y Calderón no supieron interpretar el mandato de las urnas de terminar con el abuso y extorsión de grupos de interés ni proseguir con las reformas estructurales para complementar la ambiciosa apertura. El tercero por el regreso de la corrupción priísta, sobre todo en gobiernos estatales, el abuso de la descentralización del presupuesto federal y el manejo económico que devaluó fuertemente al peso.

Ahora las probabilidades de error son menores por las mejoras a la base económica y por el origen externo del momento nacional. El gobierno actual ha incurrido en un costo de oportunidad inconmensurable al no haber sabido leer el cambio de vientos a favor de la economía y al aferrarse a un anacrónico nacionalismo revolucionario. La pregunta es si el próximo gobierno tendrá la visión de aprovechar, no la coyuntura, sino las condiciones que casi aseguran el éxito a pesar de que se haga poco pero no se retroceda. El punto clave es el tamaño del triunfo y su calidad catalizadora y catapultadora del desarrollo, una oportunidad única e irrepetible que pueda dejarse pasar y cuyos beneficios inerciales sirvan para, de nuevo, limitarse a nadar de muertito.

El reciente episodio de Tesla es un buen ejemplo. Se recibe esta gran e importante inversión, pero casi a pesar de una política pública que pone en riesgo la disponibilidad de energía competitiva, limpia y diversificada y de un ambiente poco amigable, por decirlo de alguna manera. Este proyecto subraya la competitividad relativa de México y su industria, nacional y extranjera, de automóviles y autopartes profunda, con gran talento, resultado de treinta años de integración de América del Norte. También el hecho de que hubiera sido impensable sin el TLCAN y el Tratado México, Estados Unidos Canadá (T-MEC).

Para realmente aprovechar el impulso del nearshoring el país debe franquear con éxito dos aduanas inminentes y altamente relacionadas. La del 2024 en la que se requiere la preservación de la estabilidad económica y del proceso de integración de América del Norte, y la del 2025 cuando se requerirá de las condiciones políticas para, ahora sí, adoptar o implementar las políticas imprescindibles para aspirar al éxito.

Si la economía llega macroeconómicamente mermada, el próximo gobierno deberá abocarse a lo urgente y no a lo importante. Por ello es clave la preservación de la independencia del Banco de México y su relativo éxito en el control de la inflación (reto no menor, abordado en una columna ), así como finanzas públicas no sólo sanas y con un perfil de deuda razonable, sino también sostenibles para que no se herede una bomba de tiempo difícil de desactivar. Es también necesario preservar y profundizar la integración de la región y por lo tanto un buen manejo de los posibles conflictos comerciales.

Además de estas condiciones económicas, se requiere tener un proceso electoral que sea al mismo tiempo competido y respetado. No se ve fácil dada la polarización y la aparente poca disposición del gobierno de no intervenir en el proceso y en su conclusión. La Suprema Corte de Justicia de la Nación tendrá en los próximos días una enorme responsabilidad para la preservación del orden constitucional y la defensa de la democracia y las libertades. La Cámara de Diputados otra al nombrar a cuatro nuevos consejeros del Instituto Nacional Electoral, incluida su presidenta futura. Los partidos políticos, incluido Morena, una más si cumplen con comportarse de manera democrática en la elección de sus candidatos, en la campaña y dejan claro su compromiso de aceptar el resultado de la elección en 2024, aunque no les favorezca. Sin democracia se asegura un régimen con mayor corrupción y menor inclusión, contrarios al cabal aprovechamiento de la oportunidad irrepetible que da a México la economía mundial.

La herencia, o instrucciones a su sucesor o sucesora, que anticipó el presidente Andrés Manuel López Obrador hace dos días señalan las dificultades que se tendrán en 2025 para adoptar las medidas necesarias para aprovechar el nearshoring. Sin órganos reguladores que apuntalen las ventajas comparativas de México, el éxito será limitado; sin energía abundante competitiva, limpia y diversificada, también; sin un compromiso a favor de la educación y la tecnología, se limitarán las posibilidades de inversión y crecimiento; sin separación de poderes y con un modelo de centralización de todas las decisiones, el cuello de botella será estrecho y las posibilidades de errores anchas. México necesita en 2025 un 2024 estable y competido.

Twitter: @eledece

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