La consulta constitucional del domingo fue la primera en la historia de México. En muchos sentidos fue decepcionante para todos aquellos que han promovido la democracia directa, a diferencia de la representativa, como central para profundizar la participación ciudadana. La decepción no está relacionada con el pobre número de votantes, sino con la perversión del proceso ya que el propósito de su principal promotor, el presidente Andrés Manuel López Obrador, no era consultar a los ciudadanos para dilucidar un asunto importante para el país, sino contar con un instrumento de propaganda en el terreno electoral primero y sólo mañanero después.

Por naturaleza, las consultas son útiles en la medida en que el asunto en cuestión pueda reducirse a una pregunta binaria sobre la que haya un relativo consenso en su formulación y cuya respuesta no sea obvia. Sin un acuerdo mínimo sobre lo que significa la pregunta, es casi imposible que se consiga su legitimación ciudadana. Por otro lado, si la respuesta es fácilmente predecible, sí o no, la consulta tampoco tiene mucho valor. Así, si más de 90% de los ciudadanos contesta en el mismo sentido, claramente la consulta era innecesaria. Las consultas, además, deben utilizarse con cierta parsimonia, ya que su característica binaria abona a la polarización además de que, para muchos temas, la deliberación de la democracia representativa es superior como método para tomar en cuenta los distintos puntos de vista. Deliberación no sólo implica la consideración atenta de un tema, sino también detenida. No por nada la etimología de deliberar está relacionada con sopesar.

La jornada consultiva del domingo pasado deja, no obstante, algunas lecciones que vale la pena anotar.

En primer lugar, el valor de la división de poderes. Es importante recordar que el presidente tenía como claro objetivo la coincidencia de la consulta con la jornada electoral con el objetivo de que él y su tema predilecto de condenar al pasado, estuviesen en la boleta el 6 de junio. Sólo la falta de mayoría calificada en el Senado impidió que esto sucediera. Aun así, AMLO hizo todo lo posible para que la intermedia fuese un referendo sobre su gobierno e hizo de las mañaneras el principal instrumento de campaña a favor, pero también en su contra. Al separar la jornada electoral del día de la consulta, los senadores de oposición hicieron una importante contribución. De hecho, es mejor, aunque más caro, que no coincidan consultas con elecciones, ya que estas últimas giran alrededor de los partidos, pero las primeras de la opinión ciudadana sobre un asunto en particular.

La segunda lección es para la Suprema Corte de Justicia de la Nación, que erró doblemente, tanto por no rechazar de tajo la solicitud del Ejecutivo de consultar una pregunta inconstitucional violadora de derechos humanos fundamentales, como por formular una pregunta sin implicaciones jurídicas y con un lenguaje de galimatías que vaciaba a la consulta de contenido y, quizá más grave aún, sin tener facultades para ello.

La tercera tiene que ver con la administración de justicia. El presidente López Obrador promovió las acusaciones contra expresidentes casi de manera sustitutiva a la persecución de delitos en caso de que existieren. De cierta manera, la pantomima de la consulta, que no tendría en ningún caso consecuencia, incluso con una pregunta bien formulada, aunque ilegal, parece implicar una cierta exoneración.

La cuarta es de tipo logístico. Hay una amplia discusión sobre si el Instituto Nacional Electoral abrió un número insuficiente de casillas. El presidente y sus aliados de Morena han hecho toda clase de aspavientos sobre el reducido número de mesas de votación. Sin embargo, la realidad parece contradecirlos de manera contundente. Es mucho más claro argumentar que sobraron casillas y boletas electorales. Es a todas luces evidente que no hubo largas colas de votantes. Más bien al revés, había más escrutadores y funcionarios ejemplares que boletas en las urnas en un gran número de casillas. Aun en los distritos en que la votación fue más copiosa, entre 10% y 20% de las listas nominales, nunca hubo necesidad de hacer cola. Es un viejo dictum de la economía que, ante escasez, cola, y frente a abundancia, su ausencia. Cualquier análisis estadístico serio llevaría a concluir que sobraron casillas y faltaron votantes.

La quinta lección, que ojalá se aprenda, está relacionada con el tipo de preguntas que se hacen. Las consultas constitucionales deben llevarse a cabo sólo para iluminar decisiones tan importantes que requieran legitimación ciudadana y sobre las cuales no hay un veredicto político de obvia resolución. El abuso populista de las consultas solo terminaría con mermar su valor y disminuir la calidad, todavía incipiente, de la democracia.

Finalmente, hay también lecciones políticas. Una, que los ataques al pasado, el mítico primer sobre, tienen rendimientos decrecientes. En una elección de cambio, como la de 2018, podían funcionar electoralmente, pero la repetición lleva a su devaluación. Toca ahora a Morena asumir su responsabilidad en los resultados de gobierno y proponer alternativas para la modernización del país que no pueden basarse de manera casi exclusiva en ataques al supuesto neoliberalismo. Los resultados del domingo muestran que este discurso concita menos atención de lo que se piensa. Otra, que la capacidad de movilización del presidente sigue siendo muy superior a la de la oposición, pero que palidece comparada con la disposición ciudadana a cambiar de opinión y, por tanto, de lealtad electoral. Y una última, para la oposición. Su más eficaz estrategia ha resultado ser no participar, ni calentar la plaza. El instrumento más eficaz parece haber sido ignorar la consulta y no hacerle a Palacio Nacional el caldo gordo.

En vísperas del voto para la revocación de mandato, quizá la mejor estrategia consista en poner menos atención a lo que se dice en las mañaneras y evitar la polarización sobre un tema, que el presidente deje de serlo, que la abrumadora mayoría no desea. Es decir, no vale la pena consultar un asunto sobre el que se conoce la respuesta de antemano.

Twitter: @eledece 

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