Desde el punto de vista de Andrés Manuel López Obrador y Morena es muy claro: para consolidar la cuarta transformación y tratar de hacerla irreversible. Para el presidente y su partido la jornada electoral es plebiscitaria. Como todo lo interpretan a su favor o en su contra, sin grises, cualquier voto que no resulte en 10 de 15 gobernadores en disputa y mayoría calificada, como tienen ahora en la Cámara de Diputados, implicaría un rechazo a su permanencia monopólica sin alternativas. Pero para conseguir dos tercios de la Cámara respetando la Constitución, Juntos haremos historia debería obtener el 58 por ciento del voto popular para diputados.

Un triunfo de esta magnitud permitiría al presidente López Obrador argumentar que cuenta con el respaldo popular para profundizarla. Si bien los ciudadanos en 2018 no necesariamente tenían claro qué implicaba en términos prácticos y aunque no sea fácil definir en qué consiste la cuarta transformación, un voto así en las urnas sería a favor de: concentrar el poder en manos del presidente, apuntalar con mayores recursos a las empresas productivas del Estado y desincentivar la inversión privada en el sector energético, apoyar los proyectos de infraestructura del gobierno, nombrar a tres consejeros del Instituto Nacional Electoral (INE) favorables a Morena, invertir más recursos en los programas sociales favoritos del gobierno (pensiones a adultos mayores, Jóvenes construyendo el futuro, Sembrando vida), descansar en las fuerzas armadas como columna vertebral del gobierno, debilitar a reguladores y organismos autónomos, aumentar la probabilidad de que la Suprema Corte de Justicia de la Nación (SCJN) dicte sentencias favorables al gobierno sobre los temas cruciales de constitucionalidad pendientes de resolución, alentar el regreso de la historia oficial como fuente única de entendimiento, reafirmar que la apuesta a favor de la polarización y división de los mexicanos (entre “buenos” y “malos”) rinde electoralmente, maximizar la probabilidad de que sea el presidente el gran elector para 2024 y del regreso de la presidencia imperial.

Lo que queda menos claro es para qué quisiera ganar la oposición. El argumento obvio sería: para parar o revertir la cuarta transformación. Esto también implicaría una elección plebiscitaria, por lo que a pesar de que las elecciones de 2021 son eminentemente locales, su importancia sería nacional. Apelar al voto negativo puede tener sentido desde el punto de vista de estrategia de campaña y ser útil para que los desencantados con haber votado por Morena o los que prefirieron abstenerse en 2018, acudan ahora a las urnas para mostrar arrepentimiento. Sin embargo, no es fácil lograr que el votante dé un giro o reconozca su error tan sólo tres años después, sobre todo si el voto por Morena implicó un costo al abandonar a partidos decepcionantes o que ahora decida sí votar, pero sólo con base en una agenda negativa, sin propuestas opositoras.

Es decir, es difícil que los partidos de oposición ganen la elección esperanzados sólo en el voto del rechazo. La invitación al voto negativo puede ser importante, pero insuficiente cuando se toma en cuenta que el voto duro y el voto clientelar a favor de Morena se movilizarán en grandes números. Por ello, los partidos tienen una obligación de explicar a los ciudadanos para qué quieren su voto. ¿Sólo para obstaculizar el avance de la cuarta transformación o con una agenda distinta (de Morena y de las viejas formas del PRI, PAN y PRD) que capte la atención e imaginación del votante mexicano?

En el ámbito local y estatal es más sencillo hacer el argumento al ser menos ideológico: los candidatos pueden ofrecer una visión de cómo mejorar el gobierno y las condiciones materiales de cada lugar, al tiempo que el atractivo personal de candidatas y candidatos juega un papel importante.

Para la elección en la Cámara de Diputados la oposición requiere de una propuesta que justifique pedir el voto no sólo para frenar a Morena, sino para lograr la mayoría. El programa podría tener elementos defensivos, servir de contrapeso a Palacio Nacional, pero es también importante que proponga una visión distinta de gobierno. Los últimos 25 años, a partir de 1997, han mostrado que México es gobernable con gobiernos divididos, que se pueden llevar a cabo iniciativas de gran calado y que la negociación política puede ser saludable (pero también fuente de corrupción si se cae en la práctica de comprar votos de manera ilegal). La historia de los 75 años anteriores también mostró que el poder presidencial sin contrapesos es mayor fuente de corrupción y de negación de derechos ciudadanos.

La alianza opositora podría trabajar en un conjunto de propuestas para que sea contrapeso eficaz y para avanzar en una agenda positiva de cambio.

En materia de contrapesos podría elaborar ideas sobre estos temas: fortalecimiento de la acción de la Auditoría Superior de la Federación para fiscalizar el gasto, asegurar rendición de cuentas e investigar malversaciones actuales de manera oportuna y expedita. Poner el ejemplo por medio de una administración austera, impecable, transparente, auditable y con rendición de cuentas en la Cámara de Diputados, incluidos los presupuestos de las fracciones parlamentarias. Asegurar que los nuevos consejeros del INE sean ciudadanos apartidistas con credenciales intachables. Citar trimestralmente a integrantes del gabinete federal a rendir cuentas sobre su gestión y uso de recursos públicos. Establecer un Consejo Fiscal sólido, apartidista, con el suficiente capital humano para no sólo la evaluación de presupuestos y programas públicos sino para su elaboración. Entablar una relación de trabajo con la SCJN para dar seguimiento a las principales controversias constitucionales. Establecer un esquema de rendición de cuentas para la Fiscalía General de la República.

En materia de una agenda positiva, podrían trabajarse temas tales como: elaboración de un auténtico presupuesto base cero para la definición consensuada de las necesidades del país. Formulación de un plan nacional de infraestructura de largo plazo, basado en la incorporación de las regiones más desfavorecidas a la economía moderna y en las ventajas comparativas de México. Promoción de reformas para el fortalecimiento de gobiernos municipales y estatales para que puedan cumplir con sus funciones esenciales en materia de seguridad, infraestructura, educación y salud. Impulso de la tecnología, la investigación y el desarrollo en áreas estratégicas: economía digital, robótica, inteligencia artificial, nanotecnología, biología molecular. Inversión física e institucional para promover la producción agropecuaria de alto valor agregado para el mercado doméstico y el internacional. Fomento de las artes y la cultura. Avances en la agenda de género y de protección e inclusión a grupos vulnerables.

Para el fortalecimiento de la democracia, podrían retomar la agenda ciudadana: prohibición de coaliciones de partidos, pero segunda vuelta para asegurar la más amplia participación en la primera y coaliciones informales en la segunda. Elecciones primarias democráticas al interior de los partidos, también a dos vueltas. No permitir la reelección inmediata de diputados ni senadores plurinominales. Hacer obligatorio el voto (lo que hace mucho más difícil su compra). Reducir el costo de campañas y las transferencias a partidos.

Si ésta es, como dicen, la elección más importante y se requiere participación ciudadana, es fundamental proponer una agenda a los electores.

Twitter: @eledece

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