La invasión rusa a Ucrania va a tener importantes consecuencias económicas en todo el mundo. En un inicio, el incremento de precios de materias primas es el principal mecanismo de transmisión por el papel que juegan ambos en el sector energético y en los mercados de granos. El repunte de precios es muy mala noticia ya que llega cuando las tasas de inflación son las más altas en mucho tiempo.
Inevitablemente, los precios más elevados de las materias primas (petróleo arriba de 125 dólares, trigo en mil 200 y maíz en 750 dólares en las cotizaciones de los mercados bursátiles, muy por encima de sus niveles normales), terminarán encareciendo un gran número de bienes (alimentos, manufacturas) y servicios (transporte aéreo, terrestre y marítimo) e impulsando la tasa de inflación. Se argumentará que los bancos centrales no deben reaccionar a estos incrementos por la situación bélica o resultado de sanciones económicas y que deben considerarse sólo como cambios en precios relativos.
Es posible que las autoridades monetarias moderen los anticipados aumentos en tasas de interés (que la Reserva Federal de Estados Unidos opte por 25 puntos base en lugar de 50 la semana que entra) y que posponga la reversión del relajamiento monetario sin precedentes en el contexto de Covid-19. No obstante, lo más probable es que esta mesura sea sólo parcial y temporal. En ocasiones anteriores, los embargos petroleros, cuyo efecto en precios es similar, sí terminaron infectando el proceso de formación de expectativas de inflación y su permanencia. En especial, cuando ya había condiciones inflacionarias y, por tanto, el súbito aumento en precios repercutió en mayores expectativas de inflación. Si el conflicto armado no se detiene con rapidez, es esperable que lo mismo suceda y que los bancos centrales terminen por tomar medidas más drásticas para contener la inflación, aunque no de manera inmediata. Entre más tarden, ya se habían dilatado, más doloroso será el remedio.
Si la guerra se prolonga, como parece, el impacto no será sólo en precios sino también en crecimiento como resultado de la incertidumbre y el efecto negativo que produce en la inversión y el consumo en el mundo.
Pero lo más estratégico tendrá que ver con las consecuencias de las sanciones sin precedentes que se han impuesto a la economía rusa y la posible posición de China.
La abrumadora mayoría de los analistas afirmaban que Vladimir Putin ya había internalizado el impacto de las sanciones y por lo tanto, que no servirían para detener la invasión; quizá los servicios de inteligencia rusa cometieron un error similar. Sin embargo, no se esperaba la profundidad de los cortes en los vasos comunicantes de la economía rusa con el mundo, en particular su exclusión de los sistemas de pago y del uso de los activos de su banco central. El impacto será severo y no sólo para Rusia.
El “éxito” de las armas nucleares consiste, precisamente, en que nunca se usan. En este caso, el presidente Joe Biden ha disparado el equivalente de una detonación nuclear financiera al amputar la conexión rusa al sistema financiero internacional. Lo ha podido hacer ya que el sistema de pagos funciona en dólares y la mayoría de las transacciones internacionales se cotizan en esa divisa, gracias al privilegio exorbitante de ser “la moneda de reserva” del mundo. Por ello, no se anticipaba que se excluyera a la economía de Putin del sistema de pagos global.
Ya se verá si el desenchufe financiero influye de forma decisiva en el curso de la invasión, ya sea por el costo interno en Rusia o por las dificultades de sufragar el gasto, pero el uso inesperado de este nuevo-viejo arsenal financiero tendrá consecuencias que irán más allá del conflicto con Ucrania.
El privilegio exorbitante le produce a Estados Unidos pingües beneficios (un déficit comercial para vivir más allá de sus ingresos sin costo), pero también una gran responsabilidad, incluida la defensa de la apertura comercial y el rechazo de la tentación proteccionista tan evidente con Donald Trump, pero asimismo ahora, de manera desafortunada, en el informe que presentó el presidente Biden la semana pasada a su Congreso.
El privilegio funciona si la moneda de reserva es aceptada, sin reservas, por la mayoría de los países y de los actores económicos. Todo dependerá de cómo se resuelva la situación actual y de si se amenaza utilizar el arma en otros conflictos y cómo. Si se anticipa su uso futuro, los bancos centrales serán renuentes a acumular reservas internacionales denominadas en dólares y los sectores financieros estratégicos buscarán disminuir su dependencia del sistema de pagos dolarizado. Es decir, se podría experimentar una reducción de la demanda de dólares (sería una moneda de reserva con menores alcances) aun si esto implica encoger el tamaño de los sistemas financieros en varias economías grandes del mundo.
Sin reglas claras, la presión para amputar los vasos comunicantes financieros y comerciales a otros países agresores, o enemigos reales o percibidos, sólo crecerá. Así lo verán países como China, Taiwán, Irán, Turquía, Israel, India y muchos más en Asia, Europa, África y América Latina.
La violación de la autodeterminación de los pueblos y de la solución pacífica de las controversias por el presidente Putin dejó al presidente Biden sin margen para no tomar acciones sancionadoras sin precedente. No obstante, su uso representa un costo y un riesgo que es menester evaluar. La evaluación más relevante tendrá que hacerse en China, el país que más se ha beneficiado de lo que despectiva, pero erróneamente, se llama neoliberalismo. Ninguna economía necesita tanto de acceso a vasos comunicantes y paz interoceánica como China. Ninguna nación fuera de Europa y la OTAN puede influir tanto en el curso de esta guerra como ella, a cambio de asegurar la apertura.
El ataque a la globalización y el ascenso del populismo que tienen ya varios años se vieron potenciados por la crisis del Covid-19; la situación en Ucrania puede agravarlo aún más. Lo que requiere el mundo es más y no menos integración. Todos los países que se benefician de ella deben trabajar ahora más que nunca en defenderla; su posición de negociación ha mejorado de manera inesperada. ¿Entenderá China la oportunidad? ¿Palacio Nacional?