En estos días ha salido a la venta mi nuevo libro “Economía de la extorsión” que busca contribuir a desenterrar las causas del crecimiento de México por debajo de su potencial, de sus necesidades y de lo que merecen los ciudadanos. Tiene sus raíces en una serie de artículos Economía de la extorsión I, II, III y IV publicados en esta columna de EL UNIVERSAL.
Ellos representaban un primer intento para responder a dos importantes y relacionadas preguntas económicas. La primera, cómo enfrentar el potencial desempleo de la revolución digital y robótica que se expande a pasos agigantados. La segunda, explorar causas microeconómicas, en el ámbito de las familias y las pequeñas y medianas empresas sobre las posibilidades de inversión en ellas como plataforma para el crecimiento. Sin una expansión de la capacidad productiva de la abrumadora mayoría de las empresas es difícil ver cómo enfrentar el reto del avance tecnológico, ni cómo sentar las bases para el desarrollo sostenido.
La conclusión de esta reflexión, plasmada ahora en un libro que permite una argumentación más profunda, pero dirigida no sólo a expertos en Economía, sino al público en general, es que la extendida práctica de la extorsión representa un lastre que despoja a México de su potencial. Por la cotidianidad de la práctica y su aceptación en la sociedad muchas veces no reparamos en ella y la asumimos como una forma normal de comportamiento.
El problema es que la extorsión funciona como un impuesto prohibitivo que inhibe la inversión, desestimula la innovación e incluso lleva a empresas y familias a decidir, de una manera racional, que es mejor no crecer, no explorar nuevos mercados, ni desarrollar nuevos bienes y servicios, ni tomar el riesgo de asociarse con otros, ni endeudarse, ni salir del ámbito en que operan. Para muchos, el ambiente extorsionador se convierte en una especie de trampa de pobreza, en un círculo vicioso de bajo crecimiento, ínfima productividad, incapacidad de ahorro, ausencia de voluntad para invertir en mejorar ya que el éxito viene muchas veces acompañado de extorsión.
La evidencia de la extendida extorsión es, antes que nada, anecdótica. Todos conocemos amigos, familiares o casos de emprendedores que arriesgaron una nueva idea para vender un producto o servicio que pensaban atractivo pero que se enfrentó a una creciente gama de extorsionadores. En cuanto se empieza a tener éxito al vender en otra colonia, en otro mercado, se sufre la extorsión de la policía de tránsito en el transporte de la mercancía, de las redes de distribuidores que no aprecian la llegada de otro jugador o del competidor que busca preservar sus privilegios. Cuando se empieza a conseguir cierta escala, amanece un día la pequeña empresa emplazada a huelga por un sindicato que no conoce a los trabajadores recién contratados, ni tiene interés en ellos, sino que propone una iguala mensual para que ningún otro líder moleste al empresario, y los trabajadores tampoco. Al expandirse la operación, empiezan las inspecciones de funcionarios laborales, de protección civil, sanitarios, fiscales y otros que, con demasiada frecuencia, utilizan el monopolio de los trámites como patente de corso. La más socorrida, por supuesto, es la extorsión para la obtención de permisos de construcción en los municipios.
Una vez superados estos primeros grandes obstáculos, el emprendedor enfrenta la extorsión privada por parte de proveedores de insumos sin alternativa competitiva, o de posibles clientes en las cadenas de valor de las grandes empresas. Los pocos que sortean todas estas trabas extorsionadoras, que en realidad son impuestos, corren entonces el riesgo de ser víctimas de la reina de las extorsiones: el secuestro de colaboradores o familiares.
Ante este panorama, un gran porcentaje de pequeñas empresas decide racionalmente no invertir para crecer, de permanecer en la informalidad, donde hay extorsión pero de ventanilla única, y de trabajar solamente con familiares para minimizar la probabilidad de volverse víctima de la extorsión. Esta decisión racional para cada caso es fatal para la economía en su conjunto, ya que impide el crecimiento de las empresas. Sin él, no se genera la suficiente demanda de trabajo para absorber a las nuevas generaciones que ingresan al mercado laboral, lo que estimula aún más la expansión del número de micro negocios improductivos, al tiempo que deprime los salarios. La baja productividad y la falta de dinamismo laboral se traducen en un pobre crecimiento del producto interno bruto en el agregado.
El libro explora las distintas formas de extorsión y el impacto negativo que ella tiene en crecimiento, productividad, recaudación, inversión y empleo. También trata de explicar las razones sobre su prevalencia. La extorsión existe en todo el mundo, pero no es tan extendida ni perniciosa como en México. ¿Por qué? Se examinan características de organización social como el sistema político electoral que privilegia el uso de efectivo y el régimen concesionario en que descansó el régimen político durante tantos años; se discute el papel de la pobre administración de justicia que promueve la impunidad y termina permitiendo la extorsión privada en sustitución de la acción pública; se propone a la difícil relación que se tiene en México con los derechos de propiedad, que con frecuencia se presentan como ilegítimos, así como las utilidades, como una licencia para justificar la moralidad de la extorsión. Además, se apela al complejo de “impertenencia” por el cual la suerte propia se piensa desligada de la de los demás y se considera que, al no pertenecer, las reglas y normas no le aplican a uno, como parte de la explicación cultural de la extendida extorsión.
El libro no pretende medir con precisión, pues es imposible, el enorme costo de la extorsión, sino que señala que es uno de oportunidad: sin ella, no sólo habría más inversión, sino que sería de mucho mejor calidad; sin ella, la compensación salarial sería mucho más alta; sin ella, los mexicanos podrían aspirar a la movilidad social y al progreso con mejores probabilidades; sin ella, la inversión extranjera crecería tres veces. Sin ella, habría más competencia ya que las empresas grandes por sus marcas, sus sistemas de distribución y su infraestructura legal y conexiones políticas son menos sujetas de la extorsión. Sin ella, habría más empresas medianas, más bienes y servicios nacionales y, lo más importante, esperanza en la capacidad y posibilidad de progresar y por lo tanto más progreso.
“Economía de la extorsión” también incluye propuestas para reducirla o erradicarla. Como sin poder monopólico no hay posibilidad de extorsión, se proponen formas de introducir competencia en la certificación para el cumplimiento con leyes y normas, se adelanta que la revolución digital puede hacer una notable contribución al poner al alcance de las empresas pequeñas conocimiento e insumos de alta calidad a precios competitivos y al permitir la participación en una plataforma digital para vender nuevos productos en nuevos mercados, sin ser extorsionados en el sistema de distribución. Se recuerda la importancia del cobro del impuesto predial como sustituto del derecho de piso, y se señala el beneficio de que las autoridades locales usen tal recaudación para contar con bienes públicos urbanos, incluida la seguridad y tengan un incentivo para proteger los derechos de propiedad y atraer inversión para maximizar su base gravable. Se insiste en la imperiosa necesidad de reducir radicalmente el costo de las campañas políticas para liberar a los candidatos de extorsionadores como fuente de recursos.
Se propone también un importante papel para el sector privado como catalizador para reducir la extorsión: que las normas y medidas reglamentarias que impulsa estén diseñadas para que puedan cumplirlas todas las empresas y no solo las grandes; promover que las compañías de seguro funcionen como certificadoras para cumplimiento con normas de seguridad; lograr hacer del tránsito de la informalidad a la formalidad un éxito al concebir el puente para el cruce como un negocio.
Finalmente, se reitera que sin impunidad no habría extorsión y que sin extorsión habría crecimiento. El éxito se dará cuando todos asumamos que una economía “desextorsionada” sería mucho más grande y mucho más justa para todos. Ante todo, “Economía de la extorsión” es una invitación a reflexionar y estudiar el tema con profundidad.
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