La economía mexicana se ha comportado mejor de lo que preveían los analistas: sólo la Secretaría de Hacienda y Crédito Público (SHCP) se atrevió a estimar un crecimiento de 3% para 2023. Las razones para un menor crecimiento se basaban en el impacto negativo en Estados Unidos del incremento de las tasas de interés los últimos 18 meses y el efecto sobre México. Por su parte, SHCP tenía un fuerte incentivo de fijar la expectativa de crecimiento en tres para que el presupuesto de la federación no fuese demasiado restrictivo.
La economía de Estados Unidos ha crecido más de lo que se esperaba: 2.0% y 2.4% en los primeros dos trimestres del año (trimestrales anualizadas). Para cumplir con la expectativa de que crezca 1.8% para todo el año, se requiere que en el segundo semestre lo haga en promedio 1.4%. Es decir, se espera una desaceleración, pero no una caída del producto interno bruto (PIB). En el caso de México, el crecimiento también fue más dinámico: primer trimestre 3.7% y segundo 3.6% (con respecto al mismo trimestre del año anterior). Para cumplir con las expectativas de 2.9 para todo el año se requiere que en el segundo semestre el promedio sea de 2.15%, lo que implica también un menor ritmo.
El dinamismo de la economía del vecino del norte se explica casi exclusivamente por el consumo con una tasa semestral de 2.9% y por el crecimiento de inversión en infraestructura de 12.75% para el mismo periodo. El resto de los componentes de su PIB ha tenido tasas negativas, exportaciones o inversión residencial, o bien cercanas a cero, inversión en maquinaria y equipo. Es decir, el impulso a la actividad económica es resultado de los excesos de liquidez todavía en manos de los hogares y por el incremento del gasto público en infraestructura. No obstante, el impacto del incremento en las tasas de interés ya es patente en los bienes raíces y en la inversión privada y terminará también afectando el comportamiento del consumo. Así, la desaceleración ha sido menor a la predicha en virtud de los saldos de liquidez remanentes del gran gasto contracíclico por Covid y por la expansión del gasto público bajo el plan de infraestructura y la Inflation Reduction Act.
Los segmentos más importantes de la economía de Estados Unidos para con México, el sector industrial y el comercio exterior, sí han tenido una clara y pronunciada desaceleración durante todo 2023 e incluso en el cierre del año precedente. La gráfica 1 más abajo muestra cómo su producción industrial ha tenido crecimientos modestos, cercanos a cero y aún negativos desde diciembre pasado, mientras que la gráfica 2 permite apreciar, en barras azules, tasas de crecimiento negativas para siete de los últimos ocho meses de sus importaciones totales.
Las estadísticas macroeconómicas de México ya reportan con claridad este menor dinamismo en términos de exportaciones. A partir del mes de noviembre pasado la tasa de crecimiento de las exportaciones totales ha sido modesta en términos nominales y negativa en reales para no pocos meses. De enero a julio, el crecimiento promedio ha sido de sólo 3.8%, para julio de 2.9. Las exportaciones de automóviles y autopartes han crecido 17% al recuperarse todavía de la escasez de microchips, mientras que las otras manufacturas han aumentado sólo 1.2% para los primeros siete meses del año y disminuido 5.2% en julio.
Lo más preocupante, no obstante, es que la tasa de crecimiento de la importación de bienes intermedios no petroleros, que se utilizan como insumos para la producción y la exportación, muestra un crecimiento acumulado enero-julio de sólo 0.2% y para el mes de julio de -4.6%. Esto permite anticipar caídas en las exportaciones de manufactura en los próximos meses en términos no sólo reales, sino también nominales en dólares.
Si los segmentos clave ya muestran una clara debilidad, cabe preguntarse por qué la economía mexicana ha crecido más de lo que se esperaba. La explicación reside en tres elementos: uno, el consumo de los hogares que ha seguido mostrando un fuerte dinamismo, con crecimientos de 4.5% para los primeros seis meses del año, en virtud de la expansión de la nómina total por el crecimiento del salario real promedio y del número de trabajadores. Dos, la inversión en maquinaria y equipo que ha continuado con un dinamismo muy relevante y en construcción, la cual ha repuntado en los últimos meses. Tres, el aumento en la participación de mercado en Estados Unidos.
La mejora del salario real y la expansión del empleo y la nómina son resultado del cambio estructural del mercado de trabajo que permite vislumbrar una continuación de estas tendencias y que han sido lo bastante pronunciadas como para explicar la disminución de la pobreza.
El crecimiento de la inversión en construcción es resultado de la urgencia del gobierno federal por avanzar lo más que se pueda, e inaugurar hasta sin terminar, los proyectos emblemáticos de la cuarta transformación, así como de la acelerada expansión en la construcción de naves industriales. Por su lado, el fuerte crecimiento de la inversión en maquinaria y equipo desde el fin del confinamiento y que sigue con dinamismo, es, sin duda, producto del fenómeno del nearshoring. A pesar de que las cifras de comercio exterior han mostrado una desaceleración notoria, la importación de bienes de capital, el indicador más importante del atractivo y de la relocalización, sigue creciendo a tasas muy altas, de 23.2 enero-julio y 23.3 para el último mes. Esto a pesar de haber tenido tasas superiores o cercanas a 20% en 2021 y 2022.
El comportamiento diferenciado de exportaciones e importaciones de bienes intermedios con tasas de crecimiento débiles o negativas y de importaciones de bienes de capital con significativo dinamismo, muestra la diferencia entre el componente cíclico (con clara desaceleración del sector externo) y el atractivo estructural de la economía (inversionistas que apuestan a favor del largo plazo, a pesar de la debilidad del corto).
Tanto la inversión en maquinaria y equipo en niveles nunca antes vistos como las importaciones de bienes de capital confirman que el nearshoring no es un invento de mercadotecnia, ni un deseo, sino un fenómeno que está ocurriendo y que impacta de una manera positiva e importante a la economía.
De la misma manera, las cifras de importación de Estados Unidos demuestran la presencia del nearshoring. Como puede verse en la gráfica 2, las importaciones provenientes de México han observado crecimientos (aunque más débiles como se ha explicado antes), mientras que las totales han caído de forma importante. Y esto a pesar de que el peso mexicano ha sido la moneda que más se ha apreciado con respecto al dólar en los últimos dos años. El crecimiento de las exportaciones mexicanas ha permitido un incremento muy significativo en la participación de mercado en las importaciones totales de Estados Unidos. En diciembre de 2022 México representaba 14% de sus importaciones totales, al mes de junio 15.6. Esta mejora en la participación y el desplazamiento que implica para con China es prueba contundente de las posibilidades del nearshoring para la economía. En ausencia de esta ganancia de participación de mercado, el impacto negativo sobre México de la desaceleración industrial de Estados Unidos sería mucho más patente.
La única manera de evitar que la todavía posible recesión en Estados Unidos y la ausencia de un aterrizaje suave dañen a la economía, es incrementar la participación de mercado. Para eso se requiere que la elección de 2024 sea competida y sus resultados respetados y que se lleven a cabo las reformas (energía, órganos reguladores, infraestructura logística y talento) para aprovechar la irrepetible oportunidad de una auténtica transformación, de primera.
PIB base 2018: El Inegi anunció ayer el cálculo revisado del PIB con base en la matriz insumo producto 2018. Resulta que la economía era 2.8% más grande de lo que se pensaba y, por lo tanto, que el crecimiento del sexenio anterior 0.5% superior a lo reportado cada año. Lo mismo sucederá cuando se publique el PIB base 2023, pero en cinco años. La subestimación del PIB y su crecimiento son una constante.
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