La economía mexicana ha estado más fuerte de lo que muchos analistas esperaban y otros deseaban en términos de descalificación política al gobierno, aunque sin duda lejos de recuperar el nivel de actividad económica de 2018 en términos per cápita. El crecimiento de 3% en 2022 fue superior al anticipado por aquéllos que habían sobreestimado y extrapolado la desaceleración transitoria del tercer y cuarto trimestres de 2021, y porque se subestimó la continuada fortaleza de las exportaciones y del ingreso real de los consumidores , el cual ha seguido aumentando (y con ello ha mantenido la popularidad del presidente).

Para este año, los pronósticos de crecimiento siguen siendo modestos, aún el del propio gobierno, de 3%, en virtud de que no se puede anticipar una aceleración cuando los volúmenes de inversión han estado por debajo de lo que requiere el país. El pronóstico promedio de los analistas se coloca en 1%, mientras que el del F ondo Monetario Internacional en 1.7%.

Para poner en contexto y entender el comportamiento de la economía durante el año, supongamos, para simplificar los cálculos aritméticos, que el pronóstico de crecimiento fuere 1.5%, la mitad de lo que estima la Secretaría de Hacienda y Crédito Público (SHCP), pero 50% por encima del pronóstico promedio. Este 1.5 puede alcanzarse de diversas maneras, aunque la trayectoria más pedagógica sería la siguiente: crecimiento de 3% en el primer trimestre, de dos en el segundo, de uno en el tercero y de cero en el cuarto. 3% para el primer trimestre es razonable en vista del comportamiento del producto interno bruto (PIB) para el mismo periodo en 2022 y el nivel ya alcanzado en el cuarto trimestre. Si esto fuere así, el PIB debería crecer a menores tasas el resto del año para alcanzar un promedio de 1.5; por ello la secuencia 3, 2, 1, 0.

Esta trayectoria mostraría con claridad que los pronósticos de cerca de 1.5%, o menos, implican una significativa desaceleración de la economía, con mayor probabilidad en el segundo semestre y, por lo tanto, por la importancia de las exportaciones en el PIB nacional, también una desaceleración similar o más pronunciada en Estados Unidos.

Puesto en términos marginales, el comportamiento trimestral de esta trayectoria del PIB se traduciría en crecimientos de 0.5% en el primer trimestre comparado con el cuarto de 2022, 0.2 en el segundo, -0.1 en el tercero y -0.6 en el cuarto. Es decir, si el crecimiento promedio para todo el año resultare ser 1.5%, es posible que se tengan dos trimestres seguidos con tasas de decrecimiento, lo que algunos etiquetarían de recesivo. Obviamente, si el crecimiento fuere de 1%, la desaceleración sería más pronunciada. Por otro lado, si la SHCP acertare, se requeriría una trayectoria de, por ejemplo, 3% para cada uno de los cuatro trimestres. Esto último se antoja ambicioso a menos que la economía de Estados Unidos crezca sin pausa o sin un viraje en las señales de política económica estructural o un impulso artificial, y muy peligroso, de la demanda agregada en tiempos electorales.

En 2022, la economía resultó más fuerte y resistente de lo que muchos esperaban a pesar de que el crecimiento del PIB en Estados Unidos fue modesto a inicios del año. Sin embargo, el aparente poco crecimiento del vecino del norte no se debía a menores niveles de consumo, ni de inversión en maquinaria y equipo, ni de importaciones, sino a la desacumulación de inventarios producto del cambio en los patrones de consumo con el fin de las restricciones de Covid-19. El problema ahora es que en el cuarto trimestre de 2022 se tienen ya algunos signos patentes de que puede haber iniciado un proceso de desaceleración, a pesar de que siga robusto el mercado laboral en Estados Unidos.

Las cifras de consumo en México en noviembre y diciembre (crecimiento mensual de -0.4% en ambos meses), pero sobre todo las de comercio exterior en noviembre y diciembre (crecimiento anual de exportaciones de 8.0 y 3.4, con cifras originales, 7.3 y 6.3 con desestacionalizadas) y de importaciones de insumos de 8.1 y 2.6 con cifras originales, 7.6 y 6.6 con desestacionalizadas, todas ellas en términos nominales, reflejan una gran desaceleración con respecto del promedio cercano al 20% que se obtuvo durante el resto del año. Y en este caso no se puede apelar a algún problema de fallas en las cadenas productivas, como falta de chips o congelamiento de gaseoductos, como en el pasado. Ya se verá con las cifras de enero si el poco dinamismo de fin de año fue una aberración o un cambio de tendencia cíclico.

Por otro lado, el fuerte crecimiento del PIB de Estados Unidos en el cuarto trimestre de 2022, de 2.9%, no es necesariamente una buena noticia para México cuando se analizan sus componentes. La buena noticia es que el consumo contribuyó con 1.42 puntos del total, pero la mala es que la inversión (la que tiene una más alta correlación con la actividad industrial en México) sustrajo 1.2, que las exportaciones de bienes también contribuyeron de manera negativa con 0.58 (menores insumos enviados al país) y, lo más importante, que la acumulación de inventarios contribuyó con 1.46 puntos, es decir, la mitad del crecimiento. Mayores inventarios pueden predecir menor demanda mañana para las exportaciones nacionales.

El supuesto sensato que debe hacer el gobierno mexicano es que la restricción monetaria durará más de lo que espera una Wall Street adicta a la liquidez y que el impacto de mayores tasas de interés y una hoja de balance de la Reserva Federal más modesta sólo empieza ahora a apreciarse en los mercados reales. Es patente en el sector de alta tecnología y en todos aquéllos cuya valuación descansaba en la promesa de futuras utilidades aceptables con tasas de interés cercanas a cero, pero ya no. En México el impacto de las tasas altas es ya claro en el sistema financiero periférico y en operaciones con altos apalancamientos.

¿Qué hacer? El antídoto es bastante sencillo de plantear, pero difícil que se implemente: aprovechar de manera plena el fenómeno de nearshoring para compensar con mayor participación de mercado la posible desaceleración en Estados Unidos. La única forma de lograrlo e inducir un catalizador de fuerte inversión, que permita incluso reducir el spread de tasas sin provocar una devaluación, es resolver el diferendo en materia de energía en las consultas, con una solución sistémica y no con arreglos a la medida, uno por uno, con la esperanza de evitar el establecimiento de un pánel. Una solución integral, que fortalezca también a Pemex y CFE, es posible no hace mucho. El reloj sigue su marcha.

Twitter: @eledece

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