-Una gran lástima que la conversación tenga que ser virtual, doctor Antón.

-Sí una disculpa, Presidente, pero sigo estrictamente las indicaciones de la jefa de gobierno, de no salir ante el crecimiento explosivo de los contagios .

-Por eso quería hablar contigo Raúl, de las consecuencias económicas de la pandemia . Los neoliberales han de estar furiosos: sus predicciones catastróficas no se han cumplido. Mira los indicadores que realmente importan: las remesas apuntan al récord más alto de la historia, el empleo se va a recuperar plenamente para marzo, tres meses antes de las intermedias, las encuestas me siguen favoreciendo. Y lo más importante, el tipo de cambio no para de mejorar. No hay mejor indicador de que estamos haciendo las cosas bien; Wall Street y las calificadoras lo confirman. Es un voto de confianza a la forma en que hemos encarado la epidemia a pesar de lo mucho que exageran medios y adversarios.

-La pandemia y los problemas económicos no terminan aún, presidente. Es posible que lo más difícil esté por venir.

-No lo creo, la recuperación tiene un claro rebote en forma de uve, las finanzas públicas no se han deteriorado y la Cuarta Transformación ahora sí está consolidada, es irreversible y a partir de enero vamos a vivir en un país transformado y moralizado.

Quién lo dijera, que en medio de una crisis tan profunda tendríamos el gobierno de la transformación. Así lo juzgará la historia.

-La historia no termina todavía y no será escrita en un buen tiempo, cuando se tenga perspectiva. Por lo visto, hasta ahora y en función de los indicadores que usted maneja, la explicación de su comportamiento sea quizá más sencilla de lo que se piensa.

-¿Cómo podrías explicarla en dos palabras?

-Jerome Powell.

-¿Qué? O, más bien, ¿quién?

-La mejor explicación de remesas, tipo de cambio y popularidad se resume en esas dos palabras, o en éstas: Reserva Federal. Powell es el gobernador del banco central de Estados Unidos.

-¿Y qué tiene que ver Powell con mis mañaneras?

-Mucho, presidente. Sin la política de relajamiento monetario probablemente usted ya las habría suspendido, las mañaneras. Permítame explicarle, total que no nos están grabando: la Reserva Federal ha tenido la política monetaria más agresiva de su historia en el contexto de la pandemia. Mucho más que la que utilizó para enfrentar la gran recesión de 2008-09. Esto explica la recuperación del precio de activos (bolsas de valores, bienes raíces no comerciales), de materias primas (recuerde cuando tuvimos precio negativo de la mezcla) y de monedas que se han visto favorecidas con la depreciación del dólar. Por eso se recuperó el peso, y no gracias a que los mercados confíen en la solidez de nuestras finanzas públicas o dirección económica.

Más bien al revés: si los mercados percibieran que la economía mexicana iba en la ruta correcta desde el punto de vista de largo plazo, el tipo de cambio estaría en 17 pesos por dólar y no en 20. Quizá su popularidad estaría por arriba de sus antecesores y no en niveles similares al término del segundo año. Es decir, una forma más clara de verlo es considerar que no hemos sabido aprovechar de manera plena las pocas, pero importantes, buenas noticias para México en un contexto pandémico. Mire usted: 40% de la economía (exportaciones, parcialmente turismo y remesas) sí tienen programa contracíclico; el de Estados Unidos, de la Reserva Federal, su Congreso y la Casa Blanca. Además, la recién puesta en marcha del T-MEC apunta a una mayor competitividad de América del Norte, como lo dijo usted en el Jardín de las Rosas y por lo que merece amplio reconocimiento. Finalmente, las grandes empresas de manufactura ya no quieren seguir invirtiendo en China y buscan países alternativos. Si tuviéramos una política inteligente (energía, tecnología, logística y Estado de derecho), optarían por México.

-¿17?

-O menos. Y la ayuda de Powell empezó de hecho antes: quizá no sepa de la suerte que corrió cuando la Reserva Federal cambió la pichada en diciembre de 2018, justo después de su toma de posesión y de la cancelación del aeropuerto. En ese entonces se dio una reversión en la trayectoria de la política monetaria de Estados Unidos; sus tasas de interés ya no sólo no subieron, sino que empezaron a bajar y se retomó el relajamiento monetario que luego se aceleraría con el Covid-19. Sin este cambio en dirección monetaria, el castigo de los mercados sobre el peso por la cancelación del NAIM hubiese sido mucho más severo y, más importante aún, usted no hubiera tenido espacio para cancelar rondas y subastas en energía, organizar una consulta en Mexicali, ni proponer cambios legislativos que hacen al país menos atractivo. Cada vez el impacto en el peso hubiera sido inmediato e implacable. Dicho de otra manera, la política monetaria excesivamente laxa en Estados Unidos, pero también en Europa y Japón, permite esconder debajo del tapete, por un tiempo, las políticas que disminuyen la competitividad. Parece como si no pasara nada, cuando en realidad la posición sería mucho más sólida si se hubieran tomado otras medidas.

-¿Tanto impactan las decisiones de la Reserva Federal?

-Mucho más de lo que se piensa, presidente. Permítame adelantarle otra hipótesis para que la reflexione: el combustible más eficaz en contra del neoliberalismo ha sido provisto por los bancos centrales en las últimas dos décadas. Los excesos monetarios desde la época de Alan Greenspan (la irracional exuberancia, le llamaba él) sentaron las bases para las burbujas financieras, bursátiles, de concentración de mercados, de bienes raíces y materias primas que en mucho explican el rechazo al neoliberalismo.

Sin política monetaria laxa, sin el modus operandi resultado del rescate de LTCM y repetido en 2008, nunca hubieran tenido éxito los políticos como Bernie Sanders o Donald Trump.

El principal motor para las grandes adquisiciones que concentraron mercados en los sectores reales no fue la displicencia de las autoridades de competencia, sino las tasas de interés ultra bajas; el injusto encarecimiento de los bienes raíces en tantas ciudades que ha volteado a los jóvenes a reconsiderar el socialismo, es producto del mismo fenómeno; los beneficios al 1% más rico del mundo que han empeorado la distribución del ingreso sólo son explicables por la adicción a la liquidez, provocada por el exceso de liquidez, provocado por temor a abandonar la adicción. Aquí también surgió la realidad alternativa: con la adicción, los mercados interpretan las noticias positivas como negativas y viceversa. Al final, las consecuencias de tasas de interés cercanas a cero sobre la acumulación de capital y los ahorros para el futuro serán muy serias.

-¡Allí sí se te pasó la mano, Actón! Ahora resulta que el viraje a la izquierda, el renovado populismo y hasta la postverdad han sido provocados por las instituciones principales garantes y pilares de la economía neoliberal, los bancos centrales con su independencia.

-Algo así, presidente. O, puesto en sus términos, por cierto correctos, por la cercanía entre Washington y Nueva York, por una especie de capitalismo de compinches aceitado por la excesiva liquidez y sostenible sólo por la excepcionalidad de Estados Unidos. Si nosotros manejáramos así nuestra política monetaria o fiscal, no le cuento donde estaría el peso.

-¡Se acaba el zoom Actón! Dime rápido qué hacer.

-Respecto al cociente deuda sobre PIB, Presidente, es más importante obsesionarse con el denominador que con el numerador.

-¿Qué?

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