La industria del automóvil y de las autopartes está en el umbral de la principal transformación desde sus inicios hace 120 años: la sustitución de motores de combustión interna por fuerza motriz eléctrica y la creciente independencia por la automatización en el manejo por instrumentos electrónicos y de programación. Aunque todavía no es claro cómo serán los coches del futuro, qué estándares utilizarán, ni cuáles son los modelos y las marcas que prevalecerán, el cambio a favor del cuidado del medio ambiente y la automatización es evidente e imparable.
Tres regiones en el mundo se disputan la primacía: América del Norte, Asia y Europa. Las tres tienen ventajas comparativas significativas y se benefician de la interacción entre sus partes componentes. Japón y Corea del Sur, por ejemplo, no serían competitivos sin la participación de producción de autopartes en Tailandia, China y otros países de la cuenca del Pacífico. Alemania no lo sería sin el concurso de Polonia, Rumania, Turquía y Marruecos. Por su lado, la competitividad de Estados Unidos depende de su profunda y exitosa integración con Canadá y México.
Es muy importante recordar que el tratado de libre comercio original entre Canadá y Estados Unidos es hijo de la producción conjunta de automóviles y autopartes de Ontario y los estados del medio oeste. Tienen razón las autoridades canadienses cuando dicen, en una comunicación al Senado de Estados Unidos , que la aprobación de los subsidios discriminatorios a favor de los coches eléctricos producidos domésticamente en la legislación prioritaria del presidente Joe Biden, Build Back Better (BBB), pone en riesgo la integridad y permanencia del Tratado entre México, Estados Unidos y Canadá (T-MEC).
Es un tanto paradójico que después de que el Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN) haya sobrevivido al riesgo más importante en su historia con la amenaza del presidente Donald Trump de abandonarlo o renegociarlo a su favor, ahora se pudiese poner en entredicho al T-MEC no tanto por un ánimo de contravenirlo, sino por el impulso proteccionista de grupos de interés en Estados Unidos bajo el argumento de que la política óptima es que sólo ellos desarrollen la industria del futuro.
El problema es que la propuesta terminará siendo contraproducente no sólo desde el punto de vista industrial, sino también ambiental. Desde el lado de la producción, es inconcebible la competitividad de América del Norte para la producción de automóviles y autopartes sin el concurso de los tres países. Y no sólo para el ensamble, sino desde el diseño de los vehículos y partes que se lleva a cabo en los tres mercados, hasta la provisión de insumos esenciales (aceros, aluminio, resinas, plásticos, cableados, textiles, cueros) y la manufactura de partes de alto valor agregado para motores y material electrónico y software. Además, todo ello con cadenas de suministro y logística transfronterizas coordinadas y de alta eficiencia.
Desechar el éxito de la integración en aras de favorecer solamente la producción en Estados Unidos disminuirá sensiblemente la competitividad de la región y ofrecerá un hándicap injusto a favor de Europa y, sobre todo, Asia en el diseño y producción de los vehículos de transporte de mañana. El veredicto es claro: la carrera la ganará la región que mejor integre verticalmente el diseño, la ingeniería, la proveeduría, el talento de la mano de obra, los materiales y la electrónica, incluido el software. América del Norte tiene los mejores elementos para tener éxito, pero de manera conjunta: mercados de capitales dispuestos a financiar innovación; una cultura de capital de riesgo para fondear empresas disruptivas; el gas natural más competitivo del mundo para la producción de aceros, aluminio, vidrio, fibra de vidrio, petroquímicos, fibras sintéticas, resinas y plásticos; centros de investigación y desarrollo de todas las compañías importantes del mundo; retroalimentación con industrias de alta tecnología en software, electrónicos avanzados, aviación y defensa; y, capacidad instalada desde Puebla hasta Toronto con líneas de producción integradas. No es casualidad que Canadian Pacific compre Kansas City Southern para contar con la espina dorsal de este comercio, ni tampoco su alto valor de capitalización producto de la transacción, que valdría menos si la iniciativa tuviese éxito.
El reto más importante en el ámbito del comercio exterior para las próximas décadas consiste en lograr la compatibilidad de la lucha contra el cambio climático con la apertura comercial. Al establecer subsidios y créditos fiscales discriminatorios como la primera medida adoptada por Estados Unidos, se desvirtúa y sacrifica el apoyo al medio ambiente en el altar del proteccionismo. La perversión del instrumento para supuestamente favorecer al medio ambiente, cuando en realidad se busca promover la creación de puestos de trabajo en una economía en pleno empleo y con presiones inflacionarias, hará más difícil el diseño de políticas públicas eficaces en el ámbito ambiental.
Eventualmente, las economías transitarán a un régimen impositivo que desincentive el uso de fuentes energéticas con alto contenido carbónico. Para que funcione, tanto desde el punto de vista ambiental como industrial, y no se convierta en un instrumento proteccionista que resulte en producción menos eficiente, y por lo tanto más contaminante, es imprescindible que no sea de naturaleza discriminatoria, ni favorezca un lugar de producción o una tecnología sobre otra. Al establecer la preferencia a favor de los coches producidos en Estados Unidos, el gobierno del presidente Biden echa por la borda la capacidad competitiva de la región, favorece el desarrollo de los vehículos del futuro en Asia y Europa, y sienta un precedente negativo para el mundo en la lucha contra el cambio climático.
El futuro de la industria del automóvil y las autopartes es estratégicamente importante para México y no sólo por su impacto regional y en empleos, sino por la altísima competitividad del país en el contexto de América del Norte. Este reto debe encararse de varias maneras: primero, utilizando de forma decidida el sistema de solución de controversias en todas sus etapas; consultas, establecimiento del pánel, litigio y eventuales represalias. Segundo, proponiendo un plan nacional para el diseño y producción de vehículos eléctrico-electrónicos en México que incluya investigación y desarrollo, formación de ingenieros, disponibilidad de gas natural abundante y competitivo de todo el país, integración de industrias relacionadas, atracción de inversión de marcas existentes y, sobre todo, nuevas (Rivian, Foxcomm, otras). Tercero, participando de manera activa en los principales foros del mundo con propuestas para frenar el cambio climático con credibilidad y visión de largo plazo.
Canadá no se quedará con los brazos cruzados, ¿México?