El cierre de las precampañas fue revelador. Hoy sabemos que es absolutamente inconsistente la propaganda del grupo en el poder, que afirma tener en la bolsa la elección y que el 2 de junio será un mero trámite.
Ese pronóstico falso es difundido por un coro formado por intelectuales orgánicos, los medios de comunicación concesionados y la cortesana oligarquía contratista.
Por la manera como se conducen, comenzando por la bilis matutina que desparrama todos los días el sumo sacerdote de la tribu oficialista, se deduce que tienen otros datos, diferentes a los publicados en las encuestas, nada favorables a sus planes para consolidarse como dueños del país y heredar las mieles del abuso y la impunidad a la comalada de millonarios de este sexenio.
Si todo fuera miel sobre hojuelas, como predican, no andarían persiguiendo periodistas y cerrando espacios a la candidata del Frente Amplio. Saben, cuando aún faltan varios meses para la cita en las urnas, que las encuestas serias, en el mejor de los casos, son una fotografía del momento en el que se levantan y de ninguna manera se les puede tomar como anticipo de las actas de escrutinio.
Más aún, en las entrañas del territorio nacional se ha comenzado a activar un nuevo magma sociopolítico, compuesto de múltiples factores negativos a la continuidad del desgobierno que padecemos. Su soberbia los ciega y no les permite observar las señales que ya emite el sismógrafo.
Los deudos y amigos de las víctimas -y las que faltan– en la cuenta de la 4T, producto de una fracasada política de seguridad, que como lo han dicho los martirizados habitantes de los territorios concesionados al crimen organizado, otorga abrazos a los delincuentes y prodiga balazos a los ciudadanos, les cobrarán la factura de su dolor en las urnas. Las comunidades ya comenzaron a rebelarse.
Lo mismo ocurre con los familiares de quienes han fallecido por falta de atención médica, durante la pandemia, por desabasto de medicinas y por el fracaso en la reconfiguración del sistema de salud nacional.
Los transportistas no resisten más; las carreteras del país se han convertido en el paso de la muerte, es el imperio del saqueo a la luz del día y a la vista de todos. Nada ni nadie frena el gigantesco robo de mercancías que mediante las redes del informalismo delicuencial se comercializan en calles y plazas, a ciencia y paciencia de inspectores y autoridades.
La rebelión de los transportistas ya inició. Convocan a un paro nacional el 5 de febrero, a la misma hora en la que en el Zócalo un redivivo Mictlantecuthli -el señor de la tierra de los muertos- anunciará un plan para extender su oscuro dominio.
Otros muchos procesos de rebelión e inconformidad con el gobierno hierven en el subsuelo social. Eso no lo captan las encuestas, en parte, porque opera el control-miedo que ejercen las huestes del partido de Estado encubiertas en los programas sociales y también porque la fase de politización de este gran descontento nacional se acelerará en las próximas semanas.
Los antiguos mexicanos lo sabían bien: Xóchitl -flor en náhuatl-, símbolo de vida, verdad y libertad, es mejor que Miccapetlacalli, hija del Señor de la Tierra de los Muertos.
Analista. @lf_bravomena