Los resultados de la reciente jornada electoral demostraron el triunfo de la pluralidad. Se han dado a conocer análisis con diversos enfoques: abundan los que se concentran en hacer un balance de pérdidas y ganancias para las fuerzas políticas, otros privilegian una lectura ideológica sustentada en la lucha de clases, no faltan los que se dejan llevar por el frenesí futurista y a partir de lo que ocurrió el 6 de junio le suman o restan bonos, incluso dan por muertos, a figuras consideradas presidenciales.
Sin restar valor a ninguno de esos análisis; soy de la opinión que como el proceso electoral aún no finaliza, porque faltan veredictos definitivos sobre casos relevantes en litigio, hay esperar a que se consoliden los resultados y termine el reacomodo de piezas en el rompecabezas del poder.
El dibujo final del mapa político condicionará la dinámica social y económica del país; hasta entonces, sobre ese terreno, podrán avizorarse los escenarios futuros para México.
Dicho lo anterior, pueden reconocerse desde ahora algunos elementos que no van a modificarse. Son datos duros en ese panorama. Pueden ser considerados positivos o negativos según sea la posición del observador: desde el poder o de la oposición, desde una visión del bien común o de intereses particulares o sectarios.
Se destaca, entre otros, la fuerza ciudadana. El largo proceso de formación de una sociedad de ciudadanos ha fructificado. Se comprueba el robustecimiento del contingente de mexicanos que se han liberado de la cultura paternalista-corporativa, cultivada con empeño durante el viejo régimen nacionalista revolucionario que ahora intenta reciclarse.
Millones de mujeres y hombres ya rompieron el estatus de habitantes, no están dispuestos a ser tratados y maltratados como masa de siervos, como clientela al gusto y capricho del poderoso en turno sea de un partido u otro.
En las grandes zonas urbanas ese contingente se manifestó con fuerza, pero tal rebelión electoral no es exclusiva de las grandes ciudades, ni corresponde a una expresión de la llamada conciencia de clase. Es, simplemente, conciencia del ciudadano libre que exige respuestas a sus gobernantes, premia y castiga sin anteojeras ideologizadas.
Los resultados electorales son el grito de los mexicanos que fueron a votar: de pobres y de clase media, orgullosamente “aspiracionista”, que luchan por su derecho humano inalienable a vivir mejor en libertad —y también de los ricos. Todos, desde las diversas opciones partidistas a su disposición reclamaron un México justo, libre y democrático.
La cultura ciudadana es pluralista. No es patrimonio ni de los partidos y ni del gobierno, por ello la construcción del futuro de nuestra nación tiene que ser mediante el diálogo y el reencuentro entre todos.
El voto que triunfó el 6 de junio fue de la pluralidad.
Cometerán un grave error —y lo pagarán caro en futuros cotejos electorales— aquellos que no escuchen este grito de la sociedad y pretendan imponer unilateralmente su voluntad. En esta elección quedó claro que en México no hay espacio para el regreso al autoritarismo y que sólo podría imponerse si contra toda justicia y derecho abusan del poder tiránicamente.
Analista político.
@lf_bravomena