Estamos a cinco días de un acontecimiento crucial en la historia de este siglo. El resultado de las elecciones en Estados Unidos el martes 5 de noviembre marcará el derrotero de las relaciones internacionales durante varias décadas.
La última fase en la disputa por el poder entre demócratas y republicanos comprueba contundentemente la advertencia de Richard N. Haass, expresidente del Consejo de Relaciones Exteriores (CFR): la ruptura de los consensos básicos y los valores cívicos que soportaban a la sociedad norteamericana es “la más grave amenaza a la seguridad mundial”.
Hace un año en entrevista para The New York Times dijo: “En el siglo pasado, EU experimentó otros periodos de división y discordia… el momento actual es aún peor… no eran amenazas al sistema.” EU, “en lugar de ser el ancla más confiable en un mundo volátil, se ha vuelto la más profunda fuente de inestabilidad … nuestra situación política doméstica no solo es una que otros no desean emular, sino que ha introducido un grado de impredecibilidad y falta de confianza que es verdaderamente venenosa…” (NYTimes 01-07-23).
La situación no mejoró; la lucha por la conquista de la Casa Blanca y del Capitolio se radicalizó al grado que, dado lo cerrado del resultado que pronostican las encuestas y el antecedente del asalto a la sede del Congreso el 6 de enero de 2021, se duda si Trump reconocería una apretada derrota o si se produce un conflictivo empate. Lo que siga después de la jornada comicial es de pronóstico reservado.
En el fondo, la problemática en EU –como en otros países y el nuestro– no es electoral. Lo que subyace en este desorden es el desmoronamiento del pacto social que sustentaba la estabilidad. Pacto cohesionado por valores cívicos-políticos compartidos y compromisos fraguados en la pluralidad de ideas, creencias e intereses, para edificar el bien común en libertad y productividad, con justa distribución de oportunidades, conocimientos y riqueza.
Reconstruir ese gran acuerdo es responsabilidad —no privilegio— histórica de las élites. Éstas, por su extrema polarización, pueden conducir la situación al colapso del Estado o innovar el pacto social para el renacimiento del país en el orden interno y su reposicionamiento en el escenario internacional. Eso es lo que se juega en la actual disputa entre las élites norteamericanas encarnadas en los liderazgos de Kamala Harris y Donald Trump.
El último libro que escribió Henry Kissinger: “Liderazgo; Seis estudios sobre estrategia mundial (2023)” dedicó su análisis a la importancia de los individuos en la historia. Describe la visión, conducta y desempeño de Adenauer, De Gaulle, Nixon, Sadat, Le KuanYew y Thatcher. Entre sus conclusiones resumo por su pertinencia para los días que vivimos la siguiente:
“… los líderes de las grandes potencias … han de tener claro lo que hay que evitar y lo que no se puede tolerar. Los líderes sabios deben adelantarse a los retos antes de que den lugar a crisis…”. Agrega: “La época actual se encuentra desorientada porque carece de una visión moral y estratégica… los peligros… exigen que quienes dirigen el barco tengan la creatividad y fortaleza necesarias para guiar a las sociedades hacia destinos todavía desconocidos, pero más esperanzadores”.
Analista político.
@lf_bravomena