Hoy inicia en la Universidad Iberoamericana de Puebla, un evento que tendrá profundas repercusiones en la vida de México. Un encuentro al que concurren organizaciones de la sociedad civil, campesinos, indígenas, académicos, migrantes, representantes de diversas religiones y gobiernos locales; con el propósito generar, mediante una reflexión plural e incluyente, propuestas de solución al problema de la seguridad y elaborar una agenda para la construcción de la paz.

El Episcopado Mexicano, líderes de órdenes religiosas y los Jesuitas, asumieron el reto de convocar, más allá los linderos católicos y de un planteamiento confesional, a todos los mexicanos, para crear una visión compartida y nuevas actitudes que contribuyan a resolver la cuestión más grave y dolorosa que desangra a la nación mexicana: la terrible expansión de la violencia en todos los ambientes.

El Encuentro consolida un proceso iniciado en junio de 2022, en los Conversatorios por la Paz, celebrados en parroquias, colegios y centros comunitarios en diversas ciudades luego de la conmoción por los asesinatos de dos jesuitas y un guía de turistas en la misión de Cerocahui, Chihuahua. Posterior a la reunión de Puebla, vendrán Foros de Justicia y Seguridad en todo el país, para construir y articular una Agenda Nacional de Paz.

El diálogo durará tres días, se trabajará con la triada metodológica clásica: mirar, interpretar y actuar. Sin ideologías, lejos obsesiones partidistas y propósitos electorales, se escucharán testimonios, a expertos y casos exitosos de buenas prácticas en la materia, para elaborar propuestas a nivel nacional y local.

El resultado del ejercicio será documento programático y la formalización de una estructura de enlaces estatales para dar seguimiento a los trabajos y acciones subsecuentes.

Estamos frente al nacimiento de lo que podrá convertirse en una movilización civilizatoria sin precedente en la historia del país.

No es novedad que la ciudadanía exija a las autoridades garantías para vivir en paz, libertad y justicia. Existen célebres episodios de luchas por reivindicaciones sociales y por motivos electorales; es más, hace poco presenciamos un “revival” del ciudadanismo en defensa del INE y en apoyo a la independencia de la Suprema Corte de Justicia.

Lo que se gesta en el encuentro de Puebla es de mayor calado; apunta a identificar núcleo del problema de la violencia en un nivel más profundo: el desprecio por la dignidad humana. Supera los señalamientos sobre el fallido Estado mexicano, omiso en su primer deber de proteger a los ciudadanos y las denuncias sobre la complicidad de la estructura política-judicial-policiaca con delincuentes y el crimen organizado.

La salida de este infernal baño de sangre y crueldad que inunda al país, va surgir de la propia sociedad, animada por una renovada conciencia humanista. El primer paso es un diálogo amplio y honesto, que inspire y defina la estrategia cívico-civilizatoria para reconstrucción del tejido social.

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