El título de este texto es el de la conferencia que impartió Manuel Clouthier Carrillo, en el auditorio Manuel Gómez Morin del Comité Ejecutivo Nacional del PAN, la tarde del pasado martes 20 de septiembre.
La presencia en la sede nacional panista del vástago del héroe cívico, precursor de la transición democrática, Manuel “Maquío Clouthier del Rincón, candidato presidencial de Acción Nacional a la Presidencia de la República en 1988, fue un acontecimiento significativo dado el entorno político en el que nos encontramos.
Ante una sala pletórica, con un público animado por la especial expectación que despertó la presencia de quién por méritos propios se ha colocado entre los líderes de opinión del país, expuso su visión del momento por el que atraviesa la nación mexicana.
Comparto algunos elementos de su conferencia. Los considero de especial relevancia para la formación de una adecuada conciencia ciudadana sobre lo que ocurre en nuestra patria y para modelar criterios de acción cívica; personales y colectivos.
Manuel, luego de un periodo de actividad política en el ámbito panista tomó la ruta independiente; actualmente no gira en ninguna órbita electoral. En el exordio de su disertación fijó su posición: en las elecciones de 2018 votó por López Obrador y ahora lo lamenta. Manifestó, con particular énfasis, que no aspira a ninguna candidatura. Dejó claro que no está en precampaña, ni practica el autodenigrante juego que convierte la dignidad humana en descartable “corcholata”.
Su exposición tuvo tres partes: 1.- ¿Que nos pasó? 2- ¿Dónde estamos y cómo llegamos hasta aquí? 3.- ¿Qué hacer?
La primera, en clave severamente autocrítica, se podría sintetizar de la siguiente manera: la transición democrática se frustró porque la sociedad mexicana dejó de presionar al poder y descuidó los contrapesos institucionales.
No se construyó un verdadero estado de derecho, la corrupción no se combatió y ello alimentó la expansión del crimen organizado y su violencia.
El proceso de modernización de la economía se plagó de contrahechuras y distorsiones, no floreció un auténtico desarrollo y bienestar social incluyente.
Segunda; la situación resultó intolerable para la mayoría de la población y abrió el camino a un populismo autocrático desenfrenado.
Populismo y regresión antidemocrática tienen un común denominador: la irresponsabilidad. Los populistas no resuelven los problemas, los agravan. Buscan popularidad para adquirir, aumentar y conservarse en el poder. Generan un círculo perverso: popularidad para tomar el poder y el poder como insumo para retroalimentar la popularidad. De su obra destructiva no se libra nada: leyes, constitución, principios e instituciones. Estamos en esa espiral decadente.
Tercero: el cambio que urge es fortalecer a la sociedad, recrear contrapesos al poder, despertar el poder ciudadano participativo y responsable. El dilema crucial para los mexicanos en este momento histórico es optar entre el egoísmo de la comodidad y de las ventajas individuales o el compromiso personal con el bien común con justicia y libertad.
En estos tiempos en los que la fiebre por las candidaturas agita a la clase política y se exacerba la promoción de nuevos mesías, resulta saludable escuchar una voz que advierte: lo importante no son los candidatos sino los liderazgos ciudadanos.
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@lf_bravomena