Este último día del fatídico 2020 deseo cerrarlo con un texto amable. Hablemos de jardinería. Soy aficionado a esta actividad. A los que la practicamos nos despierta el sereno placer de la paciencia.
Escogí el tema motivado por la hermosa recensión que Jesús Silva-Herzog Márquez escribió de un ensayo sobre el jardín; “Loa a la Tierra”, del filósofo germano-coreano Byung Chul-Han (Reforma, 09/12/20).
Cita al filósofo: “El jardín no es solamente un espacio de contemplación sino una labor de meditación, un gozo, un descanso, una devoción.” Líneas adelante: “El tiempo del jardín es el tiempo de lo distinto… agrega: “un tiempo que observamos, pero del que no podemos disponer…” y comenta: “el jardín es un espacio metafísico. Un regreso a la sensatez elemental: nos rige la luz y el cielo; el sol, la humedad y la tierra…”
Mi biblioteca tiene una pequeña sección con espléndidas obras sobre el tema, entre otras: la divertida “El año del jardinero” escrita en 1929 por Karel Capek, uno de los mayores escritores checos del siglo XX (trad. Esp. 2013); el texto del historiador francés Pierre Grimal, “L’art des jardins” (trad. Ital.2000); y “Los grandes jardines de Europa” de Kluckert (trad. Esp.2007).
La primera, como he dicho, es deliciosa, pero de ninguna manera superficial. La segunda contiene una cátedra del maestro de la Sorbona; vincula la cultura jardinera con el desarrollo de las civilizaciones. El volumen es breve, pero ocupó dos décadas para escribirlo.
Grimal sostiene: “No existe en el mundo ninguna civilización que no haya probado la necesidad de tener sus jardines… En Roma, como en Persia y en China el jardín comienza por ser un soporte del pensamiento religioso y poco a poco su inspiración se seculariza, en la medida en que a la magia la sustituyó progresivamente la belleza…”
Y tal belleza la muestra espectacularmente el libro de Kluckert. Despliega imágenes cautivantes; derroche de artificios y creatividad en los jardines renacentistas y barrocos de Europa; la jardinería en maridaje con el arte ilustrado y la inventiva científica.
Los libros sobre jardines se deben contar por millares. Los dedicados a la disciplina con la que los elaboran los orientales, en particular japoneses y chinos, seguro nos pueden provocar suprema emoción estética y espiritual.
Regreso al texto Capek. Su filosofía sobre el jardín es alegre, juguetona y a la vez penetrante, la adminicula con los meses y las estaciones del año. Comienza por advertir: “Se necesita cierta madurez, diría incluso cierta edad de paternidad para convertirse en jardinero aficionado… que nadie se imagine que la verdadera jardinería consiste en una actividad bucólica y meditativa: es una pasión que no se puede saciar, como todo aquello a lo que se consagra un hombre serio…”
Su análisis sobre el proceso que se desata en otoño: “Es hacia abajo, bajo tierra donde se hace el verdadero trabajo… es de aquí a allá, del primero al último día de noviembre, cuando brota la vida que aparecerá en marzo; es aquí, bajo tierra, donde se dibuja el inmenso programa de la primavera…”
Su texto termina así: “Los jardineros vivimos en cierto modo adelantados al presente... lo verdadero y lo bello están delante de nosotros… dentro de unos diez años este pino minúsculo será un árbol… Cada año aporta más crecimiento y más belleza. Alabado sea Dios, pronto tendremos un año más”.
Analista político.
@ lf_bravomena