Ayer se celebró el día de nuestro lábaro patrio y 200 años de la proclamación del Plan de las Tres Garantías, también conocido como el Plan de Iguala. El primer nombre indica su contenido sustantivo, el segundo donde fue dado a conocer.

Nuestra enseña nacional expresó originalmente en sus colores el espíritu del gran acuerdo que concretó la lucha iniciada en 1810, y logró el nacimiento de México libre y soberano.

Con el Plan de las Tres Garantías Agustín de Iturbide logró la convergencia de diversas sensibilidades ideológicas y facciones políticas, en torno al supremo objetivo de conquistar la independencia nacional.

De Iturbide la historiadora Josefina Zoraida escribió: ha “sido el único líder nacional durante la primera mitad del siglo (XIX), por haber logrado una coalición sorprendente de intereses que incluía a todos los habitantes del virreinato, incluso a las castas, marginadas por el liberalismo gaditano…” (La Fundación del Estado Mexicano, 1994.)

Aquel 24 de febrero de 1821, expuso los tres principios que podrían amalgamar las voluntades de quienes estaban radicalmente enfrentados: independencia, religión y unión. Así quedaron plasmados en la bandera trigarante, en franjas diagonales con los colores verde, blanco y rojo respectivamente. Años después, al influjo de los cambios ideológicos en el poder, ese simbolismo cromático fue derogado para darle su representación actual: esperanza, unidad y la sangre de nuestros héroes; las franjas pasaron a ser verticales y el escudo central rediseñado varias veces.

En Iguala se dieron a conocer la doctrina y las cláusulas del programa político; durante seis meses, mediante una estrategia dual, diplomática y militar, Iturbide sumó voluntades hasta lograr un robusto consenso en todas las provincias del virreinato; vale subrayar, sin derramamiento de sangre ni destrucción de la economía.

Fue al encuentro de Juan O’Donojú, el nuevo virrey apenas desembarcado en Veracruz, para presentarle un fait accompli. A continuación, el 24 de agosto, firmaron los Tratados de Córdoba. En dicho instrumento se reconoció la realidad y pactaron la entrega pacífica de la capital. El 27 de septiembre el Ejército Trigarante entró triunfal a la Ciudad de México y al día siguiente se firmó el acta de independencia.

Importancia crucial en esta efeméride es el acuerdo alcanzado entre el realista Iturbide con el insurgente Vicente Guerrero, postrero heredero de la lucha iniciada por la generación de Hidalgo-Allende, proseguida por López Rayón, el gran Morelos y Mina. Contiene enseñanzas para los mexicanos de hoy.

Ambos personajes transitaron del enfrentamiento bélico al entendimiento político-patriótico. Iturbide intentó derrotar en el campo de batalla a Guerrero y fracasó, éste, a su vez, sabía que su capacidad revolucionaria había quedado encapsulada en las montañas sureñas. En 1821 ambos pretendían lo mismo, sus acercamientos y diálogo epistolar fructificaron, el 14 de marzo se encontraron en Teloloapan. Guerrero otorgó su apoyo a la propuesta de su antiguo enemigo. Hecho que la mitología histórica llama el abrazo de Acatempan. Pedagógica imagen en la que el diálogo sincero triunfa sobre la pasión ideológica de aniquilación del adversario y así se logra el fin superior. ¿La aprenderemos?

Analista Político.
@lf_bravomena

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