Estamos en la víspera de unos comicios que marcarán un antes y después en la historia de nuestra patria. Es una frase manoseada, pero pocas veces tan cierta como ahora.
Primero, por la masa de poder que se disputa; 19 mil puestos públicos en los tres niveles de gobierno están en juego, los equilibrios y la pluralidad democrática en la república serán redefinidos.
Segundo, por la consolidación del crimen organizado como factor electoral determinante. La complicidad de los abrazos lo empoderó hasta este punto. “El crimen ya votó” y seguirá votando después de la jornada electoral. Lo dicen instituciones nacionales e internacionales. (Integralia “Elecciones 2024”, Lantia, OEA, The New York Times 26/05 y Héctor de Mauleón en EL UNIVERSAL 29-05-24).
Durante la campaña los capos de la violencia operaron en amplias zonas del territorio nacional como grandes electores; eliminaron, disuadieron y cooptaron a cientos de aspirantes y competidores de todos los colores. Y lo que sigue, el INE ubica 14,343 secciones electorales, 20 por ciento del total, en un contexto de inseguridad y violencia.
Tercero, tal como están las cosas, es claro que el régimen de la transición democrática ya no existe. De las urnas emergerá un mandato para renovar nuestra democracia o su sentencia de muerte.
En este proceso electoral no se han respetado las normas pactadas por las fuerzas políticas en el periodo 1997-2018 para competir por el poder. La ley se acata pero no se cumple. Pese al grito “¡El INE no se toca!”, con el que se inició una sorprendente insurgencia cívica en defensa de la democracia, el INE sí fue trastocado. La confianza en su imparcialidad, profesionalismo y eficacia se perdió. La estrategia para doblegarlo y someterlo a los designios del poder logró su objetivo. Del TEPJF mejor ni hablamos.
En estas condiciones, el único factor con capacidad para frenar la deriva autocrática-criminal en la que nos encontramos es el poder ciudadano libre. Una concurrencia masiva a los centros electorales el próximo domingo implicará un correctivo enérgico a la destrucción de la democracia.
Sustentada en el voto, que se manifestará en apoyo a diversas alternativas partidarias, los mexicanos tenemos que encarar la tarea de reconstruir e innovar el sistema político. Subrayo, se trata de innovar no de imponer a rajatabla el proyecto de una de las partes. Después del 2 de junio la única vía auténticamente democrática para iniciar una nueva etapa constructiva en la vida nacional es el respeto y reconocimiento de la composición plural de la sociedad mexicana.
En la agenda de innovación republicana deberían estar incluidos para su estudio, entre otros temas; 1.- Liquidación del actual presidencialismo monárquico, 2.- Creación de un régimen parlamentario, 3.- Formación de gobiernos de coalición, 4.- Verdadero federalismo y municipalismo, 5.- Apertura y democratización de los partidos políticos, 6.- Aseguramiento de un robusto y extenso sistema de programas sociales, libres del clientelismo electoral y manipulación ideológica.
Si antes de la cita electoral la voz de orden es “¡todos a votar!” , el 3 de junio debe ser “¡todos a dialogar!”.