El PAN se alista para iniciar su proceso interno para elegir dirigentes nacionales. Sus estatutos indican que tal mecanismo se debe activar dentro de los primeros seis meses después de cada elección federal.
El espíritu de la norma es que, al culminar los procesos electorales, los militantes realicen una evaluación sobre el estado que guarda la institución, valoren el desempeño de sus dirigentes y, sobre todo, reflexionen hacia el futuro.
Por razón natural, ese ejercicio tiende a ser un balance de resultados, una suma y resta de victorias y derrotas que se convierte, la más de las veces, en argumento único en el debate entre los aspirantes a presidir el Comité Nacional.
Lo anterior no es incorrecto, es una forma objetiva de evaluar a quienes se les encomendó la responsabilidad conducir al partido, pero es incompleto. Se deja de lado la serena y rigurosa introspección sobre aspectos sustantivos; de orden programático y estratégico propios al ser y al quehacer del PAN. Se dejan en segundo lugar definiciones sobre cómo ha de cumplir el partido la misión que se impuso desde su fundación de acuerdo a cada coyuntura histórico-política.
Ese análisis no puede realizarse si todo se reduce a la grilla sobre quién, sin pensar en el qué, para qué y el cómo. Trastocar el orden en el contenido de la liza interna es un grave error, porque vacía la acción política y corre el riesgo de producir dirigentes extraviados e individualistas.
Extraviados, porque una vez asumida la responsabilidad no cuentan con una hoja de ruta que le dé sentido estratégico a sus esfuerzos personales y a los trabajos de la organización. Individualistas, porque al no disponer de un plan de acción surgido de una deliberación amplia y colectiva, tienden a trabajar en grupo cerrado, a suprimir el debate y a recurrir al planchazo en las asambleas y sesiones de órganos directivos.
En esas condiciones, lo peor ocurre en tiempos de elecciones, cuando la estrategia y la selección de candidaturas responde a la lógica de las oligarquías internas y no a las exigencias de la situación política y la de la sociedad.
Los resultados del pasado 6 de junio interpelan fuertemente a Acción Nacional. Emiten mensajes claros y llamadas de atención terminantes. Los notables triunfos que se obtuvieron dejan ver un amplio potencial hacia adelante; las derrotas señalan retos que deben encararse de inmediato. En especial en regiones en donde el PAN, por sus propias fallas y reiteradas desfiguraciones, se encuentra en vías de extinción; sobre todo en aquellos lugares que fueron, no hace mucho, bastiones panistas.
El PAN debe discernir sus tareas hacia adelante sobre una realidad con claroscuros; en la que se observan luminosas y esperanzadoras victorias, liderazgos libertarios y democráticos -destacadamente de mujeres- mezclados con los trazos negros de sus fracasos electorales, en el contexto de un gobierno federal autoritario y ruinoso. Su servicio a la nación mexicana como opción de cambio demanda a sus militantes atender la sustancia y desechar la grilla. En suma, definir una nueva andadura con claridad en el rumbo y sobre ello escoger quién será mejor para encabezar la marcha de la institución.
@ lf_bravomena