Luego de dos años de retiro y silencio —esporádicamente rotos para defenderse— Ricardo Anaya regresa al foro público, a un escenario político diferente del que actuó como candidato presidencial.

Cuando tomó el camino hacia la actividad académica, la paz hogareña y la reflexión, México padecía dolorosos males: violencia, estructuras socioeconómicas injustas, corrupción, desencanto democrático. Entre esas afecciones, a pesar de ser graves, no existía una tan peligrosa como la que ahora nos aqueja: la amenaza de colapso nacional.

Este riesgo está latente porque en estos dos años se han sumado cuatro desastres: el debilitamiento económico inducido por la destrucción de la confianza; el efecto, disruptivo y multidimensional, de la pandemia Covid-19 en la dinámica de la sociedad mexicana; las pulsiones centralistas y autocráticas que emanan del gobierno federal y la capitulación del Estado frente a la anarquía y la delincuencia.

En 2018 Anaya presentó un visionario proyecto de gobierno, pero entonces la mayoría de los mexicanos estaban inmersos en la condición psicológica propia de un cambio de época. En el curso de estas transiciones históricas los pueblos viven en febril estado emocional. No son buenos tiempos para los argumentos racionales; la evidencia científica no suele ser el mejor recurso para movilizar a las masas. Recién se acuñó un termino que lo define: posverdad.

En La edad de la ira, Pankaj Mishra diagnostica estos días que vivimos. La expansión de sentimientos dominados por la frustración, el resentimiento por el desengaño de las promesas del progreso ilustrado y de las maravillas del avance tecnológico, que rara vez llegan a concretarse en mejores condiciones de vida, todo ello abre el camino a las fantasías radicales; es la hora de estelar de los demagogos. (Galaxia Gutenberg, 2017).

El programa de Anaya era visionario pero no estaba sincronizado con el momento psicológico de la mayoría del electorado. Contenía un claro diagnóstico de la situación mundial y del país. Definía las líneas estratégicas fundamentales para incorporar a México a la Cuarta Revolución Industrial y no quedarnos de nueva cuenta rezagados, como nos ocurrió en las tres anteriores. Introdujo una propuesta progresista e incluyente: establecer la renta básica universal.

No fue ese el principal factor de su derrota. Anaya fue obstaculizado por una operación de Estado, urdida en Los Pinos. AMLO ganó por su trabajo político realizado durante 18 años, la ola emocional de los tiempos fue levadura para su esfuerzo; pero tampoco puede ocultarse que el tramposo tackleo contra Anaya le agregó un plus.

Ricardo ha dicho que regresa después de una introspección y de haber aprendido de sus errores. Los tuvo y él sabe mejor que nadie dónde hicieron daño. Algunos debilitaron su causa. Sabe que debe rectificar para ser servicial a México. Obtuvo 12 millones de votos y seguramente despertará esperanzas. Ser factor de unión y conciliación entre los mexicanos, no alimentar la polarización y radicalización es uno de sus mayores retos. Cuidar al PAN. No sirve al país un caudillo; otro lobo estepario en el lado opuesto del río. Espero regrese como político maduro, incluyente, abierto, dialogante y sobre todo ordenado y generoso.

Presidente nacional del PAN 1999-2005 @lf_bravomena

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