El próximo 16 de septiembre, Acción Nacional celebrará el 82 aniversario de su fundación. La efeméride ocurrirá en circunstancias de diversa índole, propiciatorias para desatar una reflexión sobre el ser y el quehacer de la institución en la coyuntura actual.

Se le reconozca o niegue, Acción Nacional es parte de la historia patria. Ha sido factor innegable en la construcción de nuestra democracia y en la concreción de la libertad y los derechos humanos en México.

Subrayo su naturaleza de institución ciudadana; los pioneros del panismo, señaladamente sus dos padres fundadores: Manuel Gómez Morín y Efraín González Luna, diseñaron una organización política con vocación de permanencia; fincada sobre valores y principios, ajena a los caudillismos de ocasión, capaz de soportar infortunios electorales, de superar conflictos domésticos, errores humanos, estratégicos y tácticos naturales en cualquier partido.

Lo dotaron de alma ciudadana libérrima: independiente del aparato del Estado, aún ejerciendo responsabilidades de gobierno o desde la trinchera de la oposición. Así sobrevivió a la persecución del régimen autoritario e hizo posible la transición democrática.

Desde 1939 se enlazaron varias generaciones de ciudadanos plenos: cumplidores con sus deberes con la nación y defensores de sus derechos frente a los abusos del poder.

En las próximas semanas sus militantes elegirán dirigentes. Habrá competencia y debate interno. Será saludable y fortificará a la institución si prevalece la generosidad.

Recién ocurrió un infausto incidente: algunas senadoras y senadores panistas se encontraron con un líder de la política española señalado como ultraderechista. La voz institucional del PAN se ha deslindado oportuna, puntual y contundentemente de cualquier vinculación con Vox. ¡Enhorabuena!

Que sirva esa desafortunada impertinencia como lección para todos. Aprendamos que en épocas de polarizaciones sociopolíticas y auge de los extremismos ideológicos, la función de los partidos inspirados en el humanismo democrático moderno, como lo es Acción Nacional, no es radicalizar posturas sino cultivar la cultura del encuentro entre los que pensamos distinto; hacer de la diversidad un valor agregado, abrir espacios para diálogo y construir soluciones reales —no caprichos demagógicos— a los problemas sociales urgentes.

De todo esto surge una tarea apremiante e irrenunciable para nuestra agenda. Sustentados en la identidad del ciudadanismo panista debemos ser agentes de amistad social. Se trata de un insumo vital para posibilitar la colaboración entre de diversos sectores sociales, académico, privado y público en la estructuración de propuestas viables, lograr consensos hacia el auténtico desarrollo social con crecimiento económico, acudir al rescate de la madre tierra y fortalecer la libertad y la democracia pluralista.


Expresidente nacional del PAN, 1999-2005.
@lf_bravomena

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