El diplomático, reconocido por su aguda capacidad de observación, estaba de visita en Taxco. En la Iglesia de Santa Prisca de aquella villa famosa por su riqueza platera y las creaciones de sus artesanos, la vio y quedó prendado de su rara hermosura; tanto, que la hizo suya y le dio su nombre: la llamó Poinssettia, así la presentó en Estados Unidos y en Europa.

Los mexicanos de hoy la conocemos como Nochebuena y es un elemento ornamental imprescindible en la ambientación de la temporada navideña. La planta florece en días cálidos y durante el frío las hojas que rodean su pequeña flor amarilla toman un intenso color rojo.

Los pueblos originarios la conocían como Cuetlaxóchitl (flor de cuero); los españoles la incorporaron a la decoración del tiempo de adviento (las cuatro semanas previas a la solemnidad del nacimiento de Jesús); los científicos le rindieron justo homenaje, inscribiéndola en la clasificación botánica como Euphorbia pulcherrima (la más bella) y aun cuando Joel Roberts Poinsett, primer embajador norteamericano en México (1825-1830), la publicitó con su apellido, en otras partes del mundo la identificaron como flor de Pascua o flor de Navidad. Tal vez porque su esplendorosa coloración coincide con esas celebraciones y su forma se asemeja una estrella.

Con el tiempo, el cultivo de esta planta originaria de México se desarrolló en diversas partes del mundo y ahora existen muchas variedades y colores: rojas, amarillas, rosas. Los fitotecnistas de la Universidad Autónoma de Chapingo (UACH) comentan que tras el “descubrimiento” de Poinsett, fue Paul Lake el primero en establecer en Norteamérica una empresa mejoradora de la nochebuena y posteriormente surgieron otros establecimientos con el mismo objetivo en el viejo continente.

En nuestro país la UACH coordina la Red Nochebuena para promover su cultivo y la mejora genética de este ornamento endémico de nuestras tierras. Así se creó el tipo “Valenciana” para jardinería. Hasta 2019 la institución tenía registradas once variedades del dominio público y cuatro desarrolladas por sus investigadores.

Los principales productores son los estados de Morelos, Michoacán, Ciudad de México, Puebla, Jalisco y Estado de México. Los municipios que se distinguen en esta actividad son Xochimilco, Zitácuaro, Atlixco y Cuernavaca. El primero alcanza un rendimiento hasta de 112 mil plantas por hectárea.

Nuestro país remarca su orgullo por esta flor tan propia y apreciada, dedica en el calendario el 8 de diciembre como día nacional de la nochebuena.

En casa deseábamos criarlas en el jardín. En los alrededores crecen en forma espectacular. Se conoce que es una zona propicia para su desarrollo. Este año lo hicimos. Adela y Jorge, nuestros próximos consuegros, poseedores de un hermoso ejemplar, nos obsequiaron una dotación de sus esquejes. Los colocamos en la tierra en marzo, las varas tuvieron abundantes brotes, luego se ramificaron y entre octubre y noviembre gozamos del espectáculo de su maravillosa floración. Hemos tenido una navidad con nochebuenas cultivadas con nuestras manos. Los dones de la creación son sencillos, delicados y grandiosos, por eso hay que cuidarlos.

(Información: Teresa Colinas y José Mejías. Extensión al Campo, n. 34, 2019. UACH).

Analista.
@ lf_bravomena