Donovan Carrillo Suazo, joven patinador sobre hielo nacido en Jalisco y avecindado en León, logró atraer la mirada de muchos mexicanos hacia la Olimpiada de Invierno en Beijing: clasificó para la etapa final de la competencia en patinaje artístico. La alegre imagen de este chico de 22 años deslizándose sobre la pista de hielo es un himno al aspiracionismo.

Lo primero que llama la atención es su relevante colocación en una disciplina en la que deportistas del país no llegan a una decena; de hecho, Donovan es el mejor en nuestra historia. Al alcanzar este punto escribe su nombre en nuestros anales deportivos. Según nos ilustran los conocedores, otros connacionales como Diana Encinas, Mayda Navarro y Ricardo Olavarrieta, también patinadores artísticos participantes en las justas invernales de Calgary (1988) y Albertville (1992) no lograron ser finalistas.

Otro aspecto digno de ponerse en relieve es que ya está entre los mejores a nivel internacional, a pesar de ser originario de un país sin condiciones para impulsar su arribo a esa posición. Son pocas, por no decir inexistentes, las instalaciones para practicar como lo exigen las justas olímpicas, además de nula organización en esa actividad. Existe afición al patinaje sobre hielo y algunas empresas ofrecen sus servicios, también se ha incrementado el flujo de mexicanos que viajan a los destinos turísticos invernales en Estados Unidos: Vail, Aspen, entre otros, pero esto no constituye una plataforma institucional —privada o pública— para promover y estimular las vocaciones en esta rama deportiva.

Los datos publicados sobre Donovan prueban lo anterior: hace ocho años tuvo que emigrar de su natal Zapopan a León; en la primera cerraron la pista en la que se definió su vocación de patinador; en la segunda entrena en la plancha de hielo de un centro comercial, donde la música y la aglomeración de aficionados no parecen ser las más propicias para el surgimiento de campeones.

En esas condiciones, lo notable en el éxito de Donovan son la fidelidad a su vocación y la fuerza de carácter para seguirla. La vocación se define por varios elementos: habilidades naturales, atracción por las actividades. Pero todas esas potencialidades solo se realizan con voluntad de hierro.

Las noticias dicen que es hijo de un matrimonio de educadores físicos, lo que supone una cultura familiar de disciplina, practicaba varios deportes: natación y futbol; una damita que le atraía lo indujo a calzar los patines; la amiga se fue, pero él se quedó con la pista hielo. Descubrió que ahí estaba su felicidad, su futuro, y se entregó a satisfacer su aspiración vocacional, superando obstáculos y circunstancias no propicias.

Cuando escribo estas líneas no se sabe si Donovan Carrillo regresará a León desde el Capital Indoor Stadium con una medalla metálica. Estoy seguro de que retornará a su patria con el olivo del aspiracionismo en sus sienes. Sabe que hay nuevos retos hacia delante. Encarna un mensaje: no es posible lograr metas y objetivos si no se utilizan los medios eficaces para hacerlos realidad. Su aspiración a ser campeón se sobrepuso a las realidades adversas. No fue el conformismo, ni la mediocridad, ni la ideología de la envidia lo que le llevó al lugar que ya conquistó.

Analista político.
@lf_bravomena

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