El resultado del referendo chileno sobre una nueva constitución sorprendió a todos los observadores. No tanto por el rechazo, ya previsto en los sondeos previos, sino por la contundencia de la desaprobación, casi unánime, en todas las regiones del país. El texto no pasó, pesar de haber sido apoyado por el recién electo presidente Gabriel Boric.

¿Qué ocurrió? El proceso de renovación constitucional fue una respuesta constructiva de la clase política chilena, para encauzar las demandas de la sociedad, luego del estallido social de hace tres años.

La generación de mujeres y hombres de la transición democrática, en la que alternaron gobiernos de Concertación entre la centro derecha y la centro izquierda, durante las presidencias de Alwin, Frei, Lagos y Bachelet, con los dos periodos de derecha encabezados por Piñera; ante la revuelta social que incendió al país durante varios meses (octubre 2019-marzo de 2020), entendió que había llegado la hora de derogar el modelo político, social y económico vigente. Abrió las puertas para que los ciudadanos decidieran si era el caso de proceder a una reforma constitucional integral.

Como suele suceder en estas coyunturas, en el torrente de exigencias renovadoras se mezclaron propuestas justas y visionarias con iniciativas ideológicas radicales y extremistas. El diseño de contrato social que resultó de la lucha política por inscribir en la Carta Magna unas y otras, no agradó al pueblo, quien advirtió oportunamente sus negativas consecuencias.

Entre la elaboración del proyecto de la nueva constitución y la fecha señalada para el referendo aprobatorio se realizaron elecciones presidenciales: el pasado 19 de diciembre una robusta mayoría de ciudadanos eligió al joven Gabriel Boric.

Su victoria marcó el final de un periodo histórico en la política chilena. Significó el arribo de una nueva generación al mando del país, integrada por jóvenes militantes de un amplio abanico de organizaciones de izquierda y de movimientos sociales, fraguados en el activismo y la barricada de las protestas estudiantiles en décadas anteriores.

La victoria de Boric despertó entusiasmo y esperanzas en su país y fuera de las fronteras de Chile. Su discurso de la victoria, su primer mensaje presidencial, su talante abierto e inteligente, despegado de las dictaduras populistas de la región, prefiguraba una moderna izquierda latinoamericana.

Con el bono de su rutilante victoria y de su imagen agradable, decidió apostar todo su capital en la aprobación del proyecto constitucional. Pero las cosas comenzaron a descomponerse, su popularidad descendió vertiginosamente en pocos meses y el domingo sufrió una gran derrota.

El escenario es por demás creativo; por un lado revela el rechazo de la sociedad a los radicalismos y a los maximalismos. No hay duda que el pueblo desea crear una sociedad más justa e incluyente, pero no aceptó ser víctima de ideólogos y conejillo en sus insensatos experimentos.

Reiniciar el diálogo con todos los componentes de la sociedad y sus diversas expresiones políticas, es la primera condición para reemprender el camino hacia una nueva constitución. Este será el examen que deberá superar el Presidente Gabriel Boric para obtener el grado de estadista.

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Analista político
@lf_bravomena


 

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