El desenlace de la elección presidencial en Argentina, en la que obtuvo la mayoría de votos la propuesta más radical de oposición al régimen peronista, encarnada en el estrambótico Javier Gerardo Milei, nos debe dejar algunas lecciones a los mexicanos.

Estamos ante la enésima explosión de ira social que catapulta la victoria de un extremista. En los últimos lustros, el mundo se ha poblado de especímenes políticos que con las mismas técnicas ganan elecciones. Individuos y movimientos que se sirven de las reglas de la democracia y una vez en el poder la subvierten y destruyen.

Todos los sujetos políticos del mismo género sostienen una ensalada de ideologías incompatibles, sin embargo, los electores y electoras las engullen porque van aderezadas con una poderosa carga de emociones, pasiones y frustraciones, hábilmente agitadas por tales personajes, que adueñados del enfado ciudadano se convierten en ídolos vengadores de las masas.

En las últimas semanas, sobre todo después de las primarias del 13 de agosto, se publicaron decenas de artículos sobre la situación de Argentina, tratando de esclarecer por qué la alternativa “La Libertad Avanza” de Milei se encumbró hasta hacerse invencible.

La mayoría de los analistas coincide en que la corrupción, la ruina económica del país y la insoportable inflación para la empobrecida mayoría de la población, son los factores que explican el grito de astío que brotó de las urnas.

A su vez, la debacle económica se atribuye al ruinoso sistema socio económico peronista, vigente desde 1946,  que no fue desmantelado por las sanguinarias dictaduras militares, ni por las administraciones de partidos no justicialistas.

Esa anquilosada estructura ideológica-política-económica, fundada por el populista Perón, utiizada durante 77 años por varias generaciones de la clase política gaucha, produjo el contramilagro de haber quebrado y pauperizado a la nación, que en las postrimerías del siglo XIX y principios del XX estaba entre las más adelantadas.

La mayoría de los argentinos dijo ¡basta, no más!. Apoyaron a quién prometió cirugía mayor, con motosierra. Pero Milei no tiene al Congreso para realizar sus bizarras e incendiarias arengas de campaña.

El pueblo argentino es talentoso y creativo, sabe que ha llegado a un punto límite. ¿Cabe la posibilidad de que luego de casi un siglo de irresponsabilidad populista se imponga la sensatez, el verdadero patriotismo y entre las distintas facciones política  pacten un plan de resurgimiento para relanzar a su gran país? o ¿se enfrascarán, una vez más, en sus  rolleros debates y disputas de intereses facciosos, profundizando una mayor descomposición?.

Cabe una ilusoria esperanza, porque a pesar del áspero debate electoral, el sistema democrático argentino ha dado muestras de civilidad y respeto al veredicto de las urnas.

La lección para los mexicanos es clara: en los próximos meses viviremos momentos de tensión. La lucha política  va por rumbos de fuerte polarización. Será saludable asumir las lecciones del caso argentino. El extremismo y el populismo, de cualquier signo, puede ganar elecciones, pero no construyen naciones justas y prósperas.

Analista Político

@lf_bravomena

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