Nadie podrá negarnos a los miles de ciudadanos que marchamos el pasado domingo en ciudades mexicanas y del exterior en defensa de las instituciones electorales, el reconocimiento para inscribir este acontecimiento en la lista de las efemérides cívicas de nuestra historia.
No sobrevaloro. Continuamente ocurren manifestaciones por causas múltiples en todos los rumbos del país, sin embargo, pocas alcanzan el nivel histórico de este 13 de noviembre. Para ello debe darse una mezcla de cuatro componentes con carga suficiente para marcar un antes y después en el proceso político del país: espesura cívica, pluralismo social e ideológico, trascendencia y precisión coyuntural.
Las cuatro están presentes en portentosa presencia de millares de ciudadanos defensores del INE, convertido en símbolo del sistema de libertades y democracia, edificado con el esfuerzo de varias generaciones y la contribución de todas las corrientes ideológicas del país.
Espesura cívica: me refiero a la condición absolutamente libre y espontánea de los participantes. No fueron acarreados por los profesionales de la “muchedumbrelogía” que pululan y medran en los palacios gubernamentales.
Tampoco acudieron forzados, a contrapelo de sus íntimas convicciones, por la presión de la autoritaria maquinaria burocrática de un partido de Estado, comandada por capataces movilizadores de masas, expertos simuladores de popularidades, mismos que humillan la dignidad humana con amenazas de borrar de la nómina de los programas sociales a quien no rinda pleitesía al poderoso.
Otra muestra de alto civismo: no hubo destrozos ni actos vandálicos. En la CDMX, el Paseo de la Reforma, la más bella avenida del país, no fue poseída por el odio y la barbarie, lució esplendoroso en una soleada y fresca mañana dominguera transitado por ciudadanos responsables, alegres y valientes.
Pluralismo social e ideológico: este fue uno de los aspectos más relevantes en las marchas. Si bien el componente de clase media fue mayoritario, hubo presencia de todos los sectores sociales. En los contingentes la proporción de mujeres y hombres fue equilibrado, no prevaleció ninguno de los géneros, hizo presencia de la comunidad LGBT, la bandera del arcoíris desfiló; la escala de edades fue completa, significativo el contingente de jóvenes, digno el testimonio de los marchistas de tercera edad.
Se apersonaron activistas de organizaciones de la sociedad civil que luchan por las más variadas causas, a su lado militantes de las organizaciones políticas de oposición, sin protagonismo partidario, respetuosos del carácter ciudadano de la convocatoria.
Trascendencia: los asistentes acudieron con plena conciencia de que está en juego el futuro y de su contribución en la definición del derrotero México.
Precisión coyuntural. La jornada de marchas fue disruptiva; descarriló el programa autoritario en marcha. Fue revulsiva: galvanizó a las fuerzas democráticas y les marcó la ruta hacia adelante.
La medida de su éxito está en la reacción del régimen, no solo por su ceguera y sordera, sino por su arrogante huida hacia adelante: intentará romper el orden constitucional. Los ciudadanos lo colocaron en la antesala de su debacle: abandona la simulación, pasa al cinismo.
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