La salud del presidente Andrés Manuel López Obrador (AMLO) ha sido manejada como un tema más de las conferencias de prensa diarias, en vez de presentarse como un asunto de seguridad nacional. Es decir, se presenta más como una mala noticia –que se olvidaría al finalizar el ciclo noticioso diario, que como una crisis.
Según cifras de SPIN, el viernes pasado que el presidente AMLO (68 años) fue internado en el Hospital Militar, se cumplieron 916 días desde que aseguró que entregaría sus análisis de salud. En la conferencia de prensa del martes 23 de julio de 2019, afirmó: “Sí, ayer vi a quien me atiende y todo, electrocardiograma y análisis. Allá en la casa de ustedes me hacen el favor de irme a tomar sangre a las 5:00 de la mañana para los análisis. Y al 100. Todo esto aprovecho para decirlo, porque luego piden información de que cómo estoy de salud, hasta les puedo dar los resultados de los análisis. Estoy muy bien, entonces al 100. Yo tengo el compromiso de entregarme, de consagrarme a esta causa mientras viva”.
En México, igual que en otros países, no es obligatorio que las o los presidentes hagan públicos sus estudios médicos. No obstante, la mayoría los presenta con regularidad, en promedio anualmente, puesto que la salud de las y los dirigentes de las naciones implican riesgos que van más allá de la salud personal: si recaen en alguna enfermedad que les impida llevar a cabo sus funciones como mandatarios, entonces deben detonarse ciertos procedimientos constitucionales y legales para que el gobierno funcione adecuadamente y se minimice la incertidumbre.
En Estados Unidos, el presidente Donald Trump se burlaba de quienes cuestionaban su estado de salud, mostrando imágenes en las que comía, frecuentemente, comida rápida, y afirmando en mítines frente a sus seguidores, que mover los brazos era suficiente ejercicio. A pesar de ello, el propio Donald Trump presentó un reporte anual de su estado de salud, aunque nadie se lo pidiera y aunque no fuera obligatorio. Es cierto, comparado con otros presidentes de Estados Unidos, que ocultaban sus enfermedades (John F. Kennedy padeció insuficiencia suprarrenal), o que presentaban malos hábitos alimenticios (William Taft desayunaba filetes de 300 gramos; Calvin Coolidge subsistía a base de roast beef, pepinos dulces y panqués de elote; y Ronald Reagan comía dulces confitados, o jelly beans, para dejar de fumar), Donald Trump cumplió con la tradición de reportar su salud, incluso cuando se contagió de Covid-19, aunque al parecer lo hizo tarde, después de contagiar a más personas sin informarles.
En México, la salud del Presidente es un enigma. Durante los tres primeros años de su administración, el presidente AMLO ya sufrió un infarto, padece de hipertensión y ha mostrado un incremento notorio en su peso, a pesar de que busca ocultarlo al portar trajes holgados, y a pesar de que repite que hace ejercicio frecuentemente. La última vez que mostró un video en sus cuentas oficiales de redes sociales en el que jugaba béisbol, sufrió un desgarre al intentar correr. La dieta que el presidente AMLO presume en sus videos incluye tamales, garnachas y fritangas, a pesar de que ha mencionado en sus conferencias de prensa que la buena alimentación es importante, y que las y los niños deben evitar comer lo que él mismo come.
Siendo uno de los contados mandatarios que se han contagiado más de una vez con Covid-19, ha sido notorio cómo el presidente AMLO ha ido en contra de las recomendaciones de salud pública para cuidarse, y para cuidar a las personas a su alrededor, especialmente en eventos públicos. En específico, en las conferencias de prensa diarias, cuando no está el presidente AMLO, las y los funcionarios de su gabinete utilizan el cubrebocas; cuando sí está, se lo quitan.
Varias horas después de que el presidente AMLO fue hospitalizado el pasado viernes, se anunció que había sido una revisión de rutina y, posteriormente, funcionarios de su gobierno informaron que le realizaron un cateterismo. La torpeza de avisar tarde y mentir para minimizar impacta en la credibilidad de la vocería de su gobierno y, por supuesto, en la supuesta buena salud del propio Presidente.
En más de 36 meses de gobierno, el presidente AMLO que, de acuerdo con cifras de SPIN, ha repetido 46 veces: “la transparencia es la regla de oro de la democracia”, y 77 veces: “la vida pública debe ser cada vez más pública”, volvió a mentir por minimizar la gravedad de la verdad. A tres años de gobierno, y en su propio beneficio, ya sería momento que su equipo de comunicación haya aprendido todas las lecciones.