En los últimos trimestres, la economía mexicana ha experimentado un preocupante declive, culminando en un crecimiento mínimo de apenas 1.1% en el segundo trimestre de 2024. Este escenario contrasta marcadamente con las expectativas de recuperación post-pandemia y plantea serias preguntas sobre las políticas económicas actuales y el rumbo que debería tomar el país para revitalizar su economía. Sobre todo ante la toma de posesión de la nueva Presidenta Claudia Sheinbaum.

El Producto Interno Bruto (PIB) es un indicador clave de la salud económica de una nación. Durante los últimos años, México ha enfrentado diversos desafíos, desde la crisis sanitaria global hasta fluctuaciones en los precios de las materias primas. Sin embargo, el crecimiento de 1.1% en el segundo trimestre de 2024 marca uno de los puntos más bajos en la última década, mostrando una desaceleración que no puede pasarse por alto. Para contextualizar, es importante considerar algunos datos recientes. Según el Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI), la economía mexicana creció un 2.5% en 2023, una cifra modesta en comparación con otros países de la región. Además, sectores clave como el manufacturero y el turístico han mostrado señales de debilidad, afectando la generación de empleo y la inversión extranjera. La inflación, aunque controlada, se ha mantenido alta, reduciendo el poder adquisitivo de las familias mexicanas. Otro factor alarmante es la reducción de la inversión pública en infraestructura. En años anteriores, proyectos de infraestructura, como el Tren Maya y el Aeropuerto Internacional Felipe Ángeles, prometían impulsar el crecimiento económico. No obstante, la ejecución lenta, los problemas administrativos y los sobrecostos han limitado su impacto positivo.

La caída en el crecimiento económico tiene implicaciones directas para la calidad de vida de la mayoría de los mexicanos. Con un crecimiento tan bajo, el país enfrenta dificultades para reducir la pobreza, mejorar la educación y la salud pública, y generar empleos de calidad. Además, una economía estancada puede desincentivar la inversión extranjera y nacional, lo que a su vez agrava la situación económica general.  Para revertir esta tendencia, es crucial que México adopte políticas económicas proactivas y efectivas. Existen dos estrategias probadas que la nueva administración de la presidenta Sheinbaum podría implementar para ayudar a mejorar la situación:

Impulso a la Inversión en Innovación y Tecnología: México tiene el potencial de convertirse en un centro tecnológico regional. Sin embargo, para lograrlo, es necesario fomentar la educación en STEM (ciencia, tecnología, ingeniería y matemáticas) y apoyar a las startups tecnológicas. La creación de un ambiente favorable para la innovación, mediante incentivos fiscales y la simplificación de trámites, podría atraer inversión y generar empleos bien remunerados.

Reforma del Sistema Fiscal para Fomentar la Inversión: El actual sistema fiscal en México es complejo y, a menudo, desincentiva la inversión. Una reforma que simplifique los impuestos y ofrezca incentivos claros para las empresas que invierten en sectores estratégicos, como la energía renovable y la manufactura avanzada, podría estimular la economía. Además, mejorar la recaudación fiscal y reducir la evasión permitiría al gobierno aumentar la inversión en infraestructura y servicios públicos.

En conclusión, la caída del PIB en México es una señal de alarma que no debe ser ignorada. A través de políticas económicas innovadoras y una gestión fiscal eficiente, el país puede retomar la senda del crecimiento y asegurar un futuro más próspero para todos los mexicanos.*

@LuisEDuran2

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