En nuestro último artículo comentamos sobre la necesidad de que la próxima presidenta de México hable claro sobre la situación de nuestro país y se enfoque a buscar soluciones reales que fomenten el crecimiento económico de manera agresiva. Quiero aclarar que digo presidenta porque es evidente que el candidato de Movimiento Ciudadano no tiene absolutamente ninguna posibilidad de ganar. Uno de los temas notablemente ausentes en las propuestas y en los mismos debates es el de la deuda de nuestro país. La realidad es que, para el 2024, la deuda pública de México ha alcanzado niveles preocupantes, proyectando un incremento del 59% en comparación con 2018, lo que representa aproximadamente 16.8 billones de pesos. Esta cifra se sitúa como el monto más alto en los últimos 23 años y eleva el ratio de deuda sobre el PIB a un 48.8%. Este aumento es preocupante ya que la capacidad de nuestro país para gestionar nuestras obligaciones, sin comprometer el crecimiento económico a largo plazo, se complica muchísimo. Vale la pena evaluar con detalle lo que esto significa para establecer una estrategia efectiva.
La relación entre endeudamiento y crecimiento económico es compleja. Teóricamente, el endeudamiento puede ser beneficioso si se invierte en proyectos que generen un retorno económico superior al costo del endeudamiento. Sin embargo, cuando la deuda se utiliza para financiar gasto corriente o se acumula a niveles insostenibles, el servicio de la deuda puede consumir un porcentaje significativo de los ingresos del gobierno, limitando la inversión en infraestructura esencial y otros gastos capitales necesarios para el crecimiento a largo plazo. Nuestros niveles de endeudamiento plantean serios desafíos para la sostenibilidad financiera del país, especialmente considerando que parte significativa del gasto público está dirigida hacia programas de bienestar y subsidios a empresas estatales como Pemex y la Comisión Federal de Electricidad, con crecimientos en sus presupuestos de hasta 273.2% en energía y 25.2% en bienestar. Estos gastos están comprometiendo la capacidad de inversión en áreas clave como la salud y la educación, donde se ha previsto un crecimiento presupuestario mínimo o incluso recortes.
Un ejemplo ilustrativo de los riesgos asociados con altos niveles de endeudamiento es Grecia durante la crisis de la deuda europea en 2009. Grecia había acumulado una deuda que llegó a más del 146% de su PIB en 2010. La carga insostenible de la deuda llevó a severas medidas de austeridad impuestas por sus acreedores, resultando en una profunda recesión, desempleo elevado y una reducción significativa en el nivel de vida de sus ciudadanos. Similarmente, Argentina ha enfrentado crisis recurrentes relacionadas con su deuda desde el default de 2001, que fue el más grande en la historia hasta ese momento. Las políticas de endeudamiento excesivo no solo llevaron a una crisis económica profunda, sino que también causaron décadas de inflación elevada, volatilidad cambiaria y crecimiento económico estancado.
Para evitar un destino similar, México necesita implementar políticas prudentes que equilibren la necesidad de financiamiento a corto plazo con la sostenibilidad fiscal a largo plazo. Esto podría incluir reformas estructurales que amplíen la base impositiva, mejoren la eficiencia del gasto público y fortalezcan el marco fiscal para limitar el endeudamiento excesivo. Además, es crucial fomentar un ambiente que promueva la inversión privada y la innovación. Al generar un entorno empresarial más competitivo y menos dependiente de la financiación pública, México puede mitigar los riesgos
asociados con el endeudamiento excesivo y poner un curso más firme hacia el crecimiento económico sostenido.
En conclusión, mientras que el endeudamiento puede ser una herramienta útil para el desarrollo, es imperativo que se maneje con cautela y responsabilidad. La historia nos ha mostrado que el costo de ignorar este equilibrio puede ser devastador, tanto económica como socialmente. Es evidente que el presidente AMLO lo ha ignorado. La próxima presidenta de México debe enfrentar este reto con valentía y sentido de urgencia. Desafortunadamente lo que estamos viendo en esta época de elecciones es todo menos una disposición real de atender los problemas graves de nuestro país. Nos hace falta humildad para escuchar y corregir el rumbo equivocado de los últimos años en materia de deuda. Las palabras del inolvidable Winston Churchill vienen a la mente: "El valor es lo que se necesita para levantarse y hablar; el coraje es también lo que se necesita para sentarse y escuchar." ¿Quién de las dos candidatas líderes en las encuestas será la más apta para poder hacer este cambio de rumbo? La respuesta debe regir nuestro voto este Junio 2.
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